Testimonio: “A un señor le doy lo que gano y me da comida”

Sin temor alguno, a medianoche, Jaime “N” entra y sale de los bares del centro de Villahermosa, algunos atestados de personas en estado de ebriedad.

Testimonio:  “A un señor le doy lo que gano y me da comida”

Al igual que Jaimito, decenas de infantes enfrentan una situación de riesgo por ser víctimas de corruptores de menores, quienes deberían ser castigados. Los infantes deberían ser rescatados de las calles y de una posible explotación laboral, para devolverlos a una vida normal, donde puedan jugar y estudiar.

Pero Jaime “N”, a sus 12 años, no le teme a la inseguridad que existe en las penumbrosas calles del centro capitalino, la zona delictiva más peligrosa.

Sólo sabe que tiene que cumplir con una cuota mínima de ventas de dulces y cigarros de 200 pesos, que realiza durante su turno, de las 12 del día a 12 de la noche.

“Jaime” es un niño originario de la zona de los Altos de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, cuyo clima templado y frío, ha tenido que cambiar por temperaturas más altas del trópico húmedo tabasqueño.

Mientras los niños de su edad desde las ocho de la noche se encuentran acostados en sus camas para recuperar energías y levantarse temprano para ir a la escuela, él tienen que caminar cuadra  por cuadra del centro de la ciudad entrando y saliendo de los bares de Constitución y malecón para vender algún dulce, cacahuate o cigarros de su surtida la canasta que lo acompaña.

Al ser cuestionado si tiene un “patrón” que le facilite la mercancía y que lo esté empleando de esta manera, tí- mido y cabizbajo dice que no, pero horas antes se había reunido con una persona mayor que le daba instrucciones de a dónde debía de hacer su recorrido de venta.

De la cantidad de dinero que le tiene que dar a esa persona no quiso dar detalles, pero dejó entrever que del dinero que le da a diario depende que salga a realizar su venta o quedarse sin mercancía.

En punto de la 10:15 de la noche, Jaime se encontraba sentado sobre la banqueta de la calle Reforma del centro de la ciudad, con una persona adulta y dos niños más, por lo que después de recibir instrucciones de ese sujeto, con mucha actitud tomó su canasta de golosinas y cigarros y se dirigió al centro nocturno “Barrilito”, donde al parecer no tuvo éxito pues tras unos segundos volvió a salir.

Continuó hacia el bar “Bulldog”, nuevamente salió y se dirigió al “Siete Mares”.






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