PRI tabasqueño y el pequeño defecto que aflige al gremio político

PRI tabasqueño y el pequeño defecto que aflige al gremio político

El hecho de que Gustavo de la Torre llegue a encabezar, formalmente, el priismo choco, de forma eventual, no cambia nada en el escenario político tabasqueño. La única novedad destacable es que al fin todos, -los priistas y los contribuyentes chocos de cualquier ideología que pagamos nuestros impuestos- nos libramos de este parasito, con perdón para los parásitos. Las consecuencias de la llegada de de la Torre ya eran conocidas y la ventaja que tiene es que cualquier cosa buena que haga, por pequeña que sea, ya marcará la diferencia en positivo con la época anterior de triste memoria. Don Gustavo y compañía se enfrentan a un muy notable flujo migratorio de sus militantes hacia otros partidos. Algunos porque no desean seguir en el tricolor y otros sólo responden al fantasma de Malthus, aquel clérigo y economista inglés que advirtió al mundo que sus pobladores no pueden ser infinitos, ya que ni la tierra ni sus alimentos lo son. Lo pusieron como un trapo, como es natural destino de los que osan adelantarse a su tiempo. Pero en el PRI tabasqueño ocurre lo mismo. Perdidas las elecciones se acabaron los huesos, los cargos, los apoyos inconfesables y el estomago no reconoce banderas sino las manos que les da de comer. También están los priistas que se han ido y no lo han hecho por su gusto, sino porque no se encontraban a gusto y estaban cansados de tantas promesas incumplidas. Los políticos siempre han sido muy prometedores, es decir, muy embusteros. El que reconoció recientemente este pequeño defecto que aflige al gremio fue Andrés Manuel López Obrador, que confesó en el asiento de atrás de una camioneta de lujo, que “un político no puede decir la verdad porque tiene que darle esperanza al pueblo”. No es que sean todos iguales, ya que sus repertorios son variadísimos. Los hay que pueden prometer y prometen y los que prometen sin poder prometer. Nietzsche decía que una promesa es una letra de cambio que giramos contra nuestro porvenir, pero lo curioso es que siempre tiene música distinta. En mi no corto ciclo vital me han prometido nada menos que la patria, el pan y la justicia. Posteriormente me dijeron, en los años de bonanza, que el pan iba a ser Bimbo. Y ahora ya veo que sin escrúpulo me prometen algo que se me antoja imposible: Que el pan que nos van a dar va a ser francés.