Por estas razones es bueno estar de mal humor

Cada vez son más las pruebas que apuntan a que los estados de ánimo negativos tienen efectos psicológicos beneficiosos

La especie Homo sapiens es taciturna por naturaleza. Pese a que la tristeza y el mal humor siempre han estado ligados a la experiencia humana, actualmente se tiende a ignorar o menospreciar esos sentimientos.

Experimentos científicos recientes dan cuenta de los beneficios de estar algo malhumorado. Este estado a menudo actúa como señal de alarma y nos induce a pensar con más atención. Dicho de otro modo, el mal humor nos ayuda a estar más atentos y centrados en situaciones difíciles. Por el contrario, el buen humor (estar feliz) es indicativo de que estamos viviendo situaciones familiares y en las que nos sentimos seguros, por lo que el nivel de atención al detalle disminuye.

Cada vez son más las pruebas que apuntan a que los estados de ánimo negativos tienen efectos psicológicos beneficiosos. Para demostrarlo, los investigadores manipularon el estado de ánimo de las personas (poniendo películas tristes o de risa, por ejemplo) y analizaron los cambios en el rendimiento de estas a la hora de realizar una serie de tareas cognitivas y conductuales.


El resultado: sentirse triste o de mal humor tiene varias ventajas:

Mejora la memoria: en un estudio, el mal humor (provocado por el mal tiempo) se tradujo en una mayor capacidad de las personas para recordar los detalles de una tienda en la que habían estado. También mejora los recuerdos de cosas vistas al mitigar los efectos de posibles distracciones, como la información irrelevante, falsa o engañosa.

Permite hacer juicios de valor más precisos: un poco de mal humor ayuda a reducir los sesgos y la distorsión a la hora de formar nuestras opiniones. Por ejemplo, se ha probado que los jueces que están tristes se forman una impresión más fiable y precisa de los demás porque procesan los detalles de forma más efectiva. También se descubrió que el mal humor nos hace menos ingenuos y más escépticos a la hora de valorar leyendas urbanas y rumores, e incluso aumenta nuestra capacidad de detectar los engaños y nos hace menos susceptibles de confiar en estereotipos simplistas.

Mejora la motivación: otros experimentos revelaron que, cuando se pidió a los participantes que realizaran una tarea mental compleja, los que estaban de mal humor se esforzaron y perseveraron más, dedicando más tiempo a la tarea, intentando responder más preguntas y acertando más respuestas.

Al ensalzar la felicidad y negar las virtudes de la tristeza, nos estamos poniendo metas inalcanzables y podríamos estar generando más decepción, e incluso depresión

Mejora la comunicación: Ese mayor grado de atención puede, a su vez, mejorar la comunicación. Los estudios muestran que las personas que se sienten tristes utilizaban argumentos más persuasivos a la hora de intentar convencer a los demás, entendían mejor las frases ambiguas y se comunicaban mejor al hablar.

Mayor imparcialidad: otros estudios revelaron que estar ligeramente malhumorado contribuía a que los participantes mejoraran la atención que prestaban a las expectativas y normas sociales y hacía que trataran a los demás de forma menos egoísta y más justa.

Al ensalzar la felicidad y negar las virtudes de la tristeza, nos estamos poniendo metas inalcanzables y podríamos estar generando más decepción, e incluso depresión.

Afortunadamente, cada vez hay más gente que reconoce que, pese a las ventajas que supone, el buen humor no es universalmente deseable. Los hallazgos de estos estudios sugieren que la búsqueda incansable de la felicidad puede ser autodestructiva, y lo ideal será hacer una valoración más equilibrada de los costos y beneficios de estar de buen y mal humor.