El famoso personaje Tabscoob, no existió; ¡Sólo es un mito!

Bernal Díaz escribió su obra muchos años después de los acontecimientos y estando en Guatemala

Debido a que algunos amigos a quienes les hemos comentado que el famoso Tabscoob jamás existió y que sólo es un personaje de leyenda o un mito, nos han pedido que les expliquemos en qué nos basamos para externar tal juicio.

Nos permitiremos en esta ocasión, para documentar debidamente nuestro dicho y satisfacer la justa solicitud de nuestros amigos, reproducir el artículo que con el título de Tabscoob sólo es un mito”.

RECUERDOS Y CONFUSIONES

Quienes se empeñan en considerar a Tabscoob como personaje histórico, presentan como prueba fehaciente, la noticia que proporciona el soldado cronista en su “Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España”, capítulo XI, cuando se refiere al arribo de la expedición de Juan de Grijalva al río que tiempo después tomara el nombre de dicho capitán hispano:

El Pbro. Manuel Gil y Sáenz, en su “Compendio Histórico, Geográfico y Estadístico de Tabasco”, nos hace saber que Tabscoob es una combinación de palabras del idioma maya, que quiere decir: “hemos sido engañados”. 

Es el Dr. Berend, según el decir del maestro Marcos E. Becerra, quien, en su manuscrito de nombres geográficos mayas, citado por Brinton, asevera que:

El mismo maestro Marcos E. Becerra en su obra “Nombres Geográficos del Estado de Tabasco”, refiriéndose a lo asentado por Bernal Díaz, expresa lo siguiente:   

GRAN JEFE, CAUDILLOS, PROVINCIAS

El sabio naturalista José Narciso Rovirosa, comparte la opinión del maestro Becerra, pues en su libro “Nombres Geográficos de Tabasco”, externa lo siguiente: 

Tras la escisión del imperio maya, Tabasco formó un cacicazgo independiente, “cuyo jefe gobernaba bajo el nombre de Cacique ó Señor de Tabzcoob ó Tabasco”, escribe Gil y Sáenz en su obra antes mencionada.

Es decir, que no existió una persona determinada que se llamase Tabscoob, sino que esta palabra era sinónimo de jefe, señor o cacique, como la palabra náhuatl “tlatoani”, que servía para designar al emperador de los aztecas. 

Para corroborar lo expresado por Gil y Sáenz, citaremos lo que sobre el particular opina el Dr. Diógenes López Reyes en su “Historia de Tabasco”, página 26:

Como puede advertirse en lo expuesto por el Dr. López, esta parte de su historia gira alrededor de lo expresado por el Dr. Berend, y a lo que informa Gil y Sáenz, respecto al cacique de estas tierras “que se decía Tabasco”, como lo consigna Bernal Díaz, y sobre todo grandemente influido por las proezas que al cacique Tabasco le atribuye Antonio de Saavedra.

Sobre este último autor, nos acogemos al juicio serio y honesto del señor Justo Cecilio Santa Anna, quien atinadamente considera lo expresado por Saavedra Guzmán y los hechos portentosos de aquel personaje que hasta él llegaron, pues lo dicho por Bernal Díaz, como analiza el culto maestro Marcos E. Becerra, padece de graves inexactitudes.

Por su parte, Gil y Sáenz, unánimemente se solidariza con el soldado cronista y el Dr. Berend, trata, infructuosamente, de conciliar lo expresado por Bernal, con la realidad histórica. 

FALSEAR LA HISTORIA

En vista de que no existe otra fuente histórica de absoluta seriedad, para probar la existencia de este personaje, y tomando en consideración de que somos muy afectos a crear mitos, y a falsear la historia, como dolorosamente lo hemos confirmado y denunciado en su caso, estamos plenamente seguros de que “nuestro tata” (¡!), como puede leerse en el pedestal del monumento a un indígena que dizque es el tal Tabscoob, sólo es una leyenda, otro mito de la cada día más enriquecida mitología tabasqueña. 

Por lo anterior, debe eliminarse el enorme cuadro con la imagen de un indígena amazónico que señorea en la parte central de la escalera monumental de nuestro palacio de gobierno, que dicen es el mentado Tabscoob, para restituir la imagen de nuestro Escudo de Armas, que de tiempo inmemorial allí se encontraba, antes de la remodelación que desvirtuó por completo la verdadera esencia de la sede del poder ejecutivo del estado, cubriéndolo de mármoles como si fuera un mausoleo.

De este atentado a tan venerable edificio, nos ocuparemos algún día que estemos de humor.