Todos conocemos a Julia Roberts por ser una de las actrices más importantes de su generación y de los últimos tiempos, que nos ha regalado papales memorables dentro de películas como Pretty Woman, La boda de mi mejor amigo y Nothing Hill.
Sin embargo, para algunos es reconocida por formar parte de la familia de actores, pues sus hermanos Eric y Lisa también han brillado frente a las cámaras, además es tía de Emma Roberts. Pero aunque ustedes no lo crean, la estrella de Hollywood descubrió que en realidad, su apellido no es Roberts.
Resulta que Julia aparece en la última temporada del programa de televisión Finding Your Roots. En este show, el anfitrión –el doctor Henry Louis Gates Jr.– utiliza sus dotes de detective para investigar el árbol genealógico e incluso analiza el ADN de las celebridades para ayudarlos a descubrir su verdadero origen.
Y sí, fue en este contexto donde la actriz de 55 años se enteró de que el apellido que había llevado toda su vida no era el correcto, pues ella de verdad se llamaba Julia Mitchell... así como lo leyeron.
Aunque no lo crean, el verdadero apellido de Julia Roberts no es Roberts
De acuerdo con NME, Gates le explicó a Julia Roberts el origen de su historia familiar. Todo comienza con su bisabuelo, John Pendleton Roberts y su madre, Rhoda Suttle Roberts.
El presentador del programa le preguntó a la actriz por el apellido de esta mujer, y aseguró que nunca había oído hablar al respecto dentro de su familia, algo que por supuesto, la dejó con el ojo cuadrado. Pero esto solo es el inicio.
Lo curioso de todo esto es que Julia Roberts llevaba el apellido de Willis, pero este hombre murió en 1864, casi una década antes de que Rhoda Suttler diera luz a John. Y fue justo en ese momento donde la estrella de Hollywood le hace a Gates la pregunta del millón, si en realidad, ella no era una Roberts.
A esto, el experto respondió que habían rastreado los registros del condado de Douglas en busca de algún registro que mostrara al padre de su bisabuelo, pero no encontraron nada. Es por eso que tuvieron que recurrir a una herramienta diferente: el ADN.