Marquitos: “No tengo papá, por eso ayudo a mi mamá”

Sucio y cansado por la larga jornada laboral que estaba por terminar es a como lucía "Marquitos" sentado en uno de los arriates de Plaza de Armas.

A sus 10 años no conoce un salón de clases, mucho menos leer y escribir, pero los números se han vuelto parte de su vida, pues sabe en cuánto debe dar cada chicle, cigarro o dulce de los que vende los 365 días al año.

A su corta edad se siente responsable de apoyar a su madre y a sus dos hermanos, con quienes vive en la colonia Gaviotas desde hace muchos años, tantos que es muy poco el recuerdo que tiene de su estado de origen, Chiapas, que sólo ha visitado un par de veces.

El infante, de menuda figura, comenta que entre sol y lluvia recorre paso a paso las cuadras del Centro Histórico durante catorce horas, mientras su madre permanece sentada en una de las esquinas con otra canasta de dulces.


El monto que gana varía, ese día hizo 200 pesos. Hay días en los que hace más, otros en los que hace menos, pero sabe que ese dinero es íntegro para su madre, para que junto con el dinero que ella obtiene de sus ventas se pague la renta, la comida de él y de sus hermanos (quienes tampoco han conocido un salón de clases), y para comprar la mercancía que deben tener surtida a diario.

"Marquitos" no tiene infancia ni conoce sus derechos. Para él, sentarse un momento y hablar con sus compañeros de venta, en la misma lengua.

"No tengo papá, por eso ayudo a mi mamá y a mis hermanos", comentó.