La historia del hombre que mato más de 100 mil perros

Tomás tiene uno de los peores oficios del mundo: dormir a los perros de la ciudad de Saltillo

El trabajo de Tomás no es un trabajo convencional: no es como batir barro para hacer ladrillos o fundir fierro para fabricar los contrapesos de los tractores.

Tomás Rivas trabaja, desde hace 17 años, en la Unidad de Control Canino Municipal, el matadero a donde van a dar los perros vagabundos de la ciudad, esos que la gente ya no quiera y los echa a la calle; o esos que los ciudadanos entregan voluntariamente porque están malos o porque ya no pueden con ellos y los mandan al matadero. 

Una forma sencilla y sin culpa de deshacerse de su mascota.

Tomás hunde la aguja toda hasta adentro del corazón y mientras lo miro, pienso ¿qué habrá detrás de ese señor chaparrito, 59 años, delgado, moreno, de pelo entrecano, bigotito y rostro inexpresivo?

Ignoro hasta qué punto su facha encaje con el estereotipo de un asesino serial de perros.

Cuando me platicaron de él lo creí un hombretón corpulento, cara de pocos amigos, manazas y ojos como puñalada. 

La verdad es que a simple vista Tomás parece un tipo como tantos y hasta inofensivo, despistado, que no mata una mosca

Cuántos perros habrá matado Tomás en 17 años. Eso ni él lo sabe. Es más creo que ni lo ha pensado

“No pos imagínese, ya ni cuentas llevo”, dice y se ríe con una risa que no sé cómo explicar. 

En Control Canino Municipal se sacrifican unos 120 canes vagabundos por semana; el año tiene, aproximadamente, 52 semanas, 52 semanas por 120 perros, hace un total de seis mil 240 perros muertos en un año; por 17, que son los años que ha trabajado Tomás exterminando perros: da como resultado 106 mil 080 víctimas

Puesto así parece una cifra fría, sin sentido, ni significado, pero viéndolo bien son 106 mil 080 historias de mascotas que antes tuvieron dueño, un hogar, una familia y que ahora no son ni polvo, apenas una estadística. 

LAS ETAPAS DE LA MUERTE

1. La muerte. Primero le inyectan al perro un tranquilizante, luego una anestesia general, y finalmente una inyección de sales. 

2. Verifican. Antes de meterlos en estos tambos, revisan signos vitales para asegurar su muerte. 

3. Los almacenan. Ya cuando están muertos, los almacenan en unos tambos para que el camión de los residuos se los lleve a incinerar.

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