Bruno, un perro rastreador de siete años que formaba parte de los cuerpos de rescate en Italia y cuya labor ayudó a salvar a nueve personas, murió de forma trágica tras ingerir comida contaminada con clavos. El hecho ha provocado indignación nacional y una investigación penal para dar con los responsables.
El sabueso fue hallado sin vida el pasado viernes en su refugio en Tarento, al sur del país. Su entrenador, Arcangelo Caressa, denunció públicamente que Bruno fue asesinado con alimentos envenenados y afirmó que el crimen habría estado dirigido contra él debido a su activismo contra las peleas clandestinas de perros.
Quien también reveló haber entregado a las autoridades los nombres de dos sospechosos.
La primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, quien conoció personalmente a Bruno durante una ceremonia oficial, calificó su muerte como "una acción vil y cobarde".
Por su parte, Michela Vittoria Brambilla, legisladora y defensora de los derechos de los animales, presentó una denuncia formal bajo la nueva Ley de Protección Animal, legislación que ella misma impulsó y que endurece las sanciones por maltrato.
- En vigor desde el 1 de julio, la conocida como Ley Brambilla contempla hasta cuatro años de prisión y multas de hasta 60 mil euros, especialmente si los actos de crueldad son presenciados por menores o difundidos en redes sociales.
Personalidades del país, como el editor de Il Giornale, Vittorio Feltri, también expresaron su repudio, destacando que Bruno contribuyó más al bienestar público que muchos ciudadanos. Feltri incluso sugirió penas más severas que las actuales para crímenes como este, subrayando el valor del trabajo heroico que realizó el can.
Durante su carrera, Bruno localizó con vida a cinco personas y ayudó a recuperar los cuerpos de otras cuatro, brindando consuelo a sus familias. Su muerte ha dejado un profundo vacío en los servicios de rescate y ha reabierto el debate sobre la violencia hacia los animales en Italia.