Alemania busca nuevos socios comerciales ante cambios en EE.UU.

La presidencia de Trump reconfigura el tablero global y afecta la relación transatlántica.

ALEJADOS

Un giro en la relación transatlántica. La presidencia de Donald Trump ha reconfigurado el tablero global, y Alemania —tradicionalmente uno de los aliados más cercanos de Estados Unidos en Europa— comienza a tomar distancia.

Las recientes declaraciones del canciller alemán Friedrich Merz, líder del partido conservador CDU, marcan un punto de inflexión: ante los nuevos aranceles del 15 % impuestos por Washington a productos europeos, Berlín busca diversificar sus relaciones comerciales y reducir su dependencia de EE.UU..

Merz cuestiona abiertamente si Estados Unidos seguirá respetando las reglas de la Organización Mundial del Comercio (OMC), y advierte que Alemania debe buscar socios "que compartan nuestra forma de pensar" en regiones como Sudamérica, Asia y África.

Su postura refleja una creciente inquietud en Europa sobre el unilateralismo de Trump, quien ha intensificado su política proteccionista con medidas como un arancel universal del 10 % y amenazas de hasta 30 % sobre bienes europeos.

Trump ha convertido los aranceles en su principal herramienta de presión. La imposición de gravámenes al acero, aluminio y automóviles europeos ha golpeado directamente a la economía exportadora alemana, que depende en gran medida del comercio exterior (casi el 50 % de su PIB proviene de exportaciones).

  • Alemania enfrenta una tormenta perfecta: crecimiento estancado desde la pandemia, pérdida del gas ruso por la guerra en Ucrania, tipos de interés elevados y una caída en la demanda china. En este contexto, EE.UU. había emergido como el principal destino de exportaciones alemanas, superando incluso a China. Pero los nuevos aranceles amenazan con cerrar esa válvula de escape.

Trump exige que los países europeos aumenten su gasto en defensa hasta el 5 % del PIB, muy por encima del objetivo del 2 % fijado por la OTAN. Esta presión ha generado tensiones con gobiernos como el de España y ha reavivado el debate sobre la autonomía estratégica europea.

Tensiones diplomáticas: La exclusión de Ucrania en la cumbre bilateral entre EE.UU. y Rusia en Alaska, y la postura ambigua de Trump frente a la guerra, han generado fricciones con líderes europeos. Merz y otros mandatarios insisten en que no se puede negociar sin la participación activa de Kiev.

  • La respuesta alemana no es solo reactiva, sino estratégica. Merz propone una reconfiguración del mapa comercial, con énfasis en acuerdos bilaterales con países del sur global. Esta visión coincide con el creciente interés de la Unión Europea en fortalecer lazos con América Latina, África y Asia, regiones que ofrecen mercados emergentes, recursos estratégicos y afinidades políticas en temas como sostenibilidad y derechos humanos.

Volkswagen, por ejemplo, ya explora acuerdos arancelarios directos con EE.UU. a cambio de inversiones "atractivas", mientras que otras empresas alemanas buscan expandirse en Brasil, India y Sudáfrica.

El distanciamiento entre Alemania y EE.UU. no implica una ruptura total, pero sí una redefinición. Berlín apuesta por el diálogo, pero también por la firmeza. Como dijo el ex canciller Olaf Scholz, "apostamos por la cooperación, no por la confrontación, pero defenderemos nuestros intereses".

La era Trump ha obligado a Europa a repensar su lugar en el mundo. Y Alemania, como motor económico del continente, parece decidida a liderar esa transición.