En un hospital del noroeste de Siria, Usama Abdelhamid, herido en el frente, no logra contener las lágrimas: el edificio donde vive con su familia se derrumbó en plena noche.
Este vecino del pueblo de Azmarin, fronterizo con Turquía, sobrevivió de milagro al violento terremoto que la madrugada del lunes sacudió la zona entre el sureste turco y el norte sirio, y que causó más de 2.300 muertos.
El hospital Al Rahma está abarrotado. Las ambulancias no dejan de traer heridos, muchos de ellos niños, según un corresponsal de AFP. Al menos una treintena de cuerpos sin vida fueron traslados al centro.
En una de las habitaciones del establecimiento, varios heridos yacen en camas. Algunos con vendajes en la cabeza, otros con fracturas o hematomas.
En otra sala, una niña llora cuando la ponen una inyección y luego le enyesan la mano. Un niño con la cabeza vendada está sentado cerca de ella.
- "Bajo los escombros" -
Mohamed Barakat, de 24 años y padre de cuatro hijos, ocupa una de las camas del hospital, con heridas en la cara y una fractura en la pierna, tras caérsele un muro encima.