¿A dónde vamos a parar?

El tiempo de la pandemia pasa con una pasmosa lentitud como para alertarnos sobre la imperiosa necesidad de analizar a detalle una realidad insospechada y traumática

El tiempo de la pandemia pasa con una pasmosa lentitud como para alertarnos sobre la imperiosa necesidad de analizar a detalle una realidad insospechada y traumática que pone al descubierto los grandes desafíos que enfrentamos en este nuevo siglo y milenio.

La libertad es uno de los valores y derechos humanos esenciales que ha sido terriblemente impactado por la sorpresiva aparición de un virus implacable y destructivo: SARS-COV-2 que provoca la enfermedad COVID-19. El confinamiento de las familias en sus hogares para contener los contagios ha suspendido libertades como la de movimiento y de culto, entre otras. Y si bien la suspensión de poder actuar, pensar y hablar sin restricciones ni impedimentos, es una medida momentánea, sus efectos tendrán que analizarse a profundidad para corregir distorsiones como las del libre mercado.

La igualdad, que es otro de los valores fundamentales de la humanidad, contempla un déficit extraordinario. Aun cuando la democracia ha logrado importantes avances en la igualdad formal de los ciudadanos para elegir a la representación políticas, en materia económica y social el modelo neoliberal ha generado profundas desigualdades.

De la solidaridad poco se puede decir cuando el individualismo egoísta es el que ha prevalecido como punto central en una formación económica que privilegia las ganancias y la acumulación de capital. Pobreza y exclusión han sido considerados como males necesarios durante más de dos siglos.

Los estragos causados por la pandemia del COVID-19 están a la vista de todos y los pronósticos catastróficos que surgen de las instituciones mundiales y nacionales son cada día más desalentadores. Al momento, se contabilizan más de 18 millones de contagios en todo el mundo con 687 mil 941 muertes; en México tenemos ya 439 mil 46 casos confirmados, con 47 mil 746 defunciones.

El golpe económico ha sido devastador para los países desarrollados y mucho más para los subdesarrollados. El desplome del PIB en el segundo trimestre de este año así lo demuestra: EU cayó 32.9%; con la misma medición de este país, México tendría 47%, aunque con la del Inegi la caída se estableció en 18.9%. En el caso de Europa la contracción del PIB en el segundo trimestre fue de 22.1%, en España; 19%, en Francia; y 17.3%, en Italia. El galopante desempleo va de la mano con la creciente pobreza sin encontrar una luz al final del túnel.

Hasta dónde va a parar esta fatal tragedia, aún no lo sabemos. El equilibrio entre la contención de los contagios y la necesaria apertura de las actividades económicas se antoja prácticamente imposible y los rebrotes amenazan con mayores contagios y muertes. Mientras los científicos no descubran la vacuna o, al menos un medicamento eficaz, la situación está lejos de sostener la nueva normalidad. Hay quienes aseguran que un confinamiento más riguroso podría ser la mejor solución.

No se puede negar que nuestro país vive una situación muy delicada al ocupar el tercer lugar en fallecimientos y sexto en contagios. El desplome de la economía ha traído consigo más de un millón de desempleos formales (IMSS) y casi 12 millones de informales (Inegi). Esto podría incrementar en 10 millones el número de pobres y en 8 millones los que se ubican en pobreza extrema (Cepal).

Ante esta inédita y compleja situación, en lugar de coordinar esfuerzos, a los grupos conservadores solo se les ocurre buscar culpables para sacar rendimientos políticos. Los gobernadores del norte, en su mayoría panistas, y sobre todo el de Jalisco, del Movimiento Ciudadano, desde un principio se fueron por la libre en la gestión de la pandemia (el caso del joven Giovanni López que, por no usar cubrebocas, perdió la vida en manos de policías), pero como no les ha dado resultados ahora culpan a Hugo López-Gatell y solicitan su renuncia. En 12 estados el cubrebocas es obligatorio por decisión de sus respectivos gobernadores.  

Los intelectuales orgánicos “abajo firmantes” del neoliberalismo también han estado demasiado sensibles y puntillosos. Ahora culpan al “populismo” de los gobiernos de EU, Brasil y México, como el causante de los altos índices de contagios y fallecimientos, pero nada dicen de China y Vietnam, países comunistas, que han logrado una mejor gestión de la pandemia.

¿Qué esperaban de una sociedad injusta y decadente con instituciones de salud destruidas por la corrupción, con franjas importantes en situación de pobreza, enferma, desnutrida y hambrienta?

Sin duda, el gobierno federal ha cometido errores y quizá ha pecado de optimista. Su estrategia de apoyar primero a los pobres se antoja insuficiente en la medida en que la curva de contagios no logra bajar y la reactivación económica va muy lenta. Por eso, desde mi punto de vista, será necesario que el presidente López Obrador, incluya otros apoyos y acciones para evitar que las tensiones sociales se intensifiquen, sobre todo en estados del Sur-Sureste que, como Tabasco, no la ven llegar.