Ha transcurrido un siglo desde que un diputado federal, en plena tribuna del Congreso de la Unión, dijera que un funcionario era corrupto, a lo que el implicado respondió con una máxima: "Quien acusa debe probar", a lo que el legislador simplemente respondió con una expresión que ha pasado a la historia del anecdotario nacional: "Lo acuso de corrupto, no de tonto", externó y con ello se dio por concluido el debate.
De este hecho a la fecha han pasado cien años durante los cuales el país ha padecido de manera lamentable todas las prácticas de la corrupción, en todos los sectores (políticos, sociales y económicos), en todas administraciones sin importar color ni tendencia, y según consta en los discursos de la clase gobernante, sus integrantes manifiestan su indignación por la existencia de dichas prácticas, así como su deseo de combatirlas hasta su erradicación. Aunque en el día a día, parte de esta clase gobernante ha sido protagonista relevante de esas prácticas.
Dicen que cada cabeza es un mundo, y por ello no es extraño que la explicación que la clase gobernante ha dado a la permanencia de la corrupción, ha variado a lo largo de los años, tiempo en los que se han implementado políticas públicas encaminadas a hacer realidad esa asignatura pendiente que es la total y definitiva derrota de la corrupción y el triunfo de la honradez y honestidad en el ejercicio público, y por qué no decirlo, también en el privado.
Esta asignatura pendiente, por tan sólo referirse al reciente medio siglo de historia patria, ha pasado de la llamada renovación moral de la sociedad, que según ello puso en marcha el gobierno que introdujo a la nación en el neoliberalismo, y es que recién iniciado el sexenio de Miguel de la Madrid Hurtado en diciembre de 1982, se expidieron los fundamentos para la renovación moral de la sociedad, mismos que, según ello, constituían "un proceso de redefinición y fortalecimiento de los valores y principios éticos que guían el comportamiento individual y colectivo, buscando fomentar la honestidad, la justicia y la responsabilidad para construir un país más íntegro y justo".
Además, "este proceso implica un compromiso compartido entre el Estado, los líderes y la ciudadanía para generar un cambio profundo en las prácticas y actitudes, sirviendo como condición para la viabilidad de los proyectos de Nación".
De aquel 10 de diciembre de 1982 a la fecha, ha corrido mucha tinta mediante la cual se ha dejado constancia de las palabras y los hechos que, de manera lamentable, aún podemos decir que ese "cambio profundo en las prácticas y actitudes" de todas y de todos, no se ha concretado, y eso que, por ejemplo, durante la campaña por la presidencia de la república, el candidato del Partido Acción Nacional (PAN), Vicente Fox Quesada, ofreció que si triunfaba en las urnas y llegaba a la primera magistratura del país, desde el primer momento combatiría y castigaría a las víboras prietas, a la tepocatas y a los peces gordos de la corrupción. Y bueno, sí ganó y llegó a la presidencia de la república, pero en lugar de castigar a los corruptos, lo que hizo fue liberar a los que ya estaban presos.
La anterior acción, en su momento y a través de un artículo de prensa, le hizo decir al actual director general del ISSSTE, Martí Batres Guadarrama, que "el gobierno de Vicente Fox pasará a la historia como el gobierno que en lugar de detener a Carlos Salinas de Gortari, liberó a Raúl Salinas de Gortari; que en lugar de abrir e investigar el Fobaproa, liberó a Carlos Cabal Peniche y Jorge Lankenau. Vicente Fox no aprehendió ni castigó a nadie, pero sí liberó a los grandes corruptos. Fox es el gran libertador de los peces gordos".
Este fue el actuar del primer presidente del país no militante del Partido Revolucionario Institucional (PRI), y del segundo, Felipe Calderón Hinojosa, lo que se puede decir es que su secretario de seguridad pública está preso en Estados Unidos por narcotráfico. Y del presidente que por un periodo regresó al PRI a Los Pinos, Enrique Peña Nieto, hay que recordar su famosa frase: "La corrupción es un asunto cultural", palabras que, en su momento, provocaron críticas y expresiones irónicas, toda vez de que fueron consideradas como un justificación a la gran imposibilidad que su gobierno tuvo para combatir a la corrupción.
Hoy en día, hay que decirlo, el actual gobierno encabezado por la primera presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, aún tiene cinco años para hacer realidad esa asignatura pendiente que es la erradicación de la corrupción en la vida pública nacional. Así sea.
POSTDATA. "Exagero mucho, y a menudo mezclo la realidad con la ficción, pero de hecho nunca miento", palabras de la gran escritora Lucia Berlin en su cuento "Silencio" que forma parte de su obra "Manual para mujeres de la limpieza".