Colaboración invitada

El Estado Mexicano: Creador del Narcotráfico (II)

"Plata o Plomo": La Delegación del Gobierno al Crimen

El narcotráfico no podría operar sin la estructura que el Estado le proporciona. La frase "plata o plomo" no es una amenaza de un criminal a un funcionario, sino la descripción de la relación simbiótica entre ambos. El Estado mexicano, en vastas zonas del país, ha renunciado a sus funciones más básicas y las ha subcontratado al crimen organizado:

  • Financiamiento Político: El narco se ha convertido en el principal financiador de la democracia mexicana. Campañas para alcaldes, gobernadores y legisladores son irrigadas con dinero ilegal a cambio de un solo compromiso: la nómina. Una vez en el poder, el político no responde a sus votantes, sino a sus patrocinadores, nombrando jefes de policía, entregando contratos de obra pública y garantizando total impunidad.
  • Control Territorial y Social: En lugares de Guerrero, Michoacán o Tamaulipas, el Estado ha delegado por completo el monopolio de la violencia. Es el cártel quien impone toques de queda, resuelve disputas y aplica su propia "justicia". El Estado no es que esté ausente; es que ha decidido que es más fácil y rentable gobernar a través de un intermediario armado que no está sujeto a ninguna ley. Se convirtieron en un gobierno paralelo que opera en nombre del gobierno oficial.

La Narcocultura: El Reflejo de un Estado Fallido y Despreciado

La glorificación de la violencia y la figura del narcotraficante no es una aberración cultural; es el síntoma lógico de un abandono estatal programado. La narcocultura florece donde el Estado solo ofrece miseria, corrupción y desprecio.

  • El Narco como Modelo de Éxito: En un país donde el gobierno ofrece salarios precarios y un sistema educativo deficiente, el narco presenta el único modelo visible de movilidad social rápida y exitosa. Los narcocorridos no glorifican a un criminal; narran la historia de alguien que triunfó desafiando a un sistema corrupto e hipócrita que lo había condenado al fracaso.
  • La Estética de la Impunidad: La ropa de marca, los autos de lujo y la ostentación no son solo mal gusto; son un grito de desafío contra un Estado que predica una austeridad que sus propios políticos no practican. Es la prueba de que el único poder real emana de la fuerza y el dinero, no de unas instituciones que la propia población percibe como una farsa.

El joven que empuña un arma no lo hace por amor a la violencia, sino porque el Estado le ha enseñado, con el ejemplo de sus políticos y policías, que la ley es solo una sugerencia y que la única vía para obtener poder y respeto es la ilegalidad.

Cuando la Creación Supera al Creador

El plan, sin embargo, tenía una falla fatal: el monstruo se volvió incontrolable. La estrategia de fragmentar a los grandes cárteles para gestionarlos mejor resultó en una metástasis de cientos de células criminales hiperviolentas. Estos grupos ya no dependen solo del narcotráfico. El Estado, al destruir las jerarquías, creó depredadores que ahora se alimentan directamente de la población para sobrevivir: extorsión, secuestro, trata de personas y cobro de piso.

El Estado mexicano actuó como un pirómano que creyó poder controlar el incendio. Inició el fuego, se benefició de él y vendió protección a cambio. Ahora, las llamas lo consumen todo y el pirómano se presenta como bombero. El resultado es un cáncer terminal con tentáculos en cada esfera de la vida nacional. No estamos ante un problema de seguridad fallida, sino ante el éxito de un modelo de Estado criminal. La pregunta ya no es cómo combatir al narco, sino cómo sobrevivir a un Estado que es su principal socio y creador.