Cosas impensables e imposibles en México a finales del siglo pasado: que una mujer fuera presidenta, que una mujer fuera jefa de gobierno del DF (hoy CDMX), que una mujer fuera presidenta del Consejo del Instituto Electoral, que a los tres años se vote por la revocación de mandato del presidente, ¡que estemos hoy votando por los miembros del poder judicial! Hay que ser muy mezquino y acomplejado para no reconocer los avances de la democracia mexicana.
Los actores de la llamada transición democrática tutelada por Salinas y Zedillo, en tanto que los tecnócratas han perdido el control de los procesos y sobre todo los presupuestos, califican histéricamente los avances como retrocesos en lugar de interpretarlos como una continuidad y profundización de los cambios iniciados con Jesús Reyes Heroles en 1977, como una verdadera ampliación y profundización progresiva.
Y la histeria es la de los españoles que vivían en los palacios de la ciudad con miedo de ser invadidos y ajusticiados por sus abusos como ocurrió en 1810 en Guanajuato, como cuando los porfirianos vieron que los huarachudos entraron al coto de la élite que era la alameda central, cuando ni siquiera los carrancistas soportaron que los ejércitos campesinos tomaran la Ciudad y Francisco Villa y Emiliano Zapata se retrataran en la Silla Presidencial; cuando los jóvenes se apoderaron del Zócalo y tocaron las campanas de la catedral en 1968.
Como en la novela de Dino Buzzati (El desierto de los tártaros), viven esperando ser invadidos por los bárbaros y no miran los espejos que les dicen que ellos son los bárbaros que invadieron y crearon sus castillos e instituciones para acumular los frutos de sus despojos. No quieren aceptar que atrincherados desde el ITAM, la UNAM, la bolsa de valores, el Consejo Coordinador Empresarial, el PRIAN, los carteles y su asociación con las élites estatales, la embajada de EU, tele Azteca, Televisa, Radio Fórmula, Radiopolis, Editorial Clío, Nexos, Letras Libres, la curia católica y las múltiples iglesias protestantes continúan manteniendo y defendiendo el status colonial y mandato colonial: nosotros sí, ustedes, las masas, las mayorías, no.
La votación de hoy (domingo uno de junio) sin importar sus resultados e incidencias, es un triunfo no solo de la democracia sino, como se luchó desde la Francia de 1789, de la razón. El solo hecho de poner a discusión pública masiva todo lo que se está discutiendo, a pesar del cerco informativo de los medios comerciales, es un enorme avance. Y desde el siglo pasado la gente aprendió que la realidad es lo contrario de lo que los medios dicen.
EL MITO DE LA INDEPENDENCIA JUDICIAL.
Así como los neonazis para recuperar el control de Europa están reescribiendo la historia -como el nuevo presidente de Polonia- negando el holocausto o Shoa de los judíos, en México los conservadores están enarbolando el mito de que antes de 2018, durante el régimen priista y el neoliberal hubo independencia del poder judicial y que al elegirlo por votación el pueblo, eso se acaba.
Niegan la evidencia de que Ernesto Zedillo cambió a toda la Suprema Corte y nombró a dedo a los nuevos, y que de acuerdo a la antigua ley el presidente tenía la potestad de nombrar a pesar de las opiniones del senado. Han inventado el mito de la independencia de los poderes fácticos económicos a pesar de la evidencia de la defensa que han hecho de las compañías de energía extranjeras como Iberdrola, mineras canadienses, constructoras españolas, etc.
Y de la evidencia cotidiana que conoce todo ciudadano de que en un proceso jurídico siempre gana el que tiene más dinero o más conectes.
También contra la evidencia abogados e inculpados protegidos como Diego Fernández y Juan Collado, y de procesados ilegal e ilegítimamente presos enredados por los enjuagues legaloides de gente influyente como el caso Vallarta.
Finalmente han creado el mito de que abrir un asunto público, el nombramiento o ratificación de un funcionario a una votación popular, es anti democrático, que votar -y sobre todo si se abre a la población abierta- destruye la democracia.
Ganamos!
1.- En todas las estaciones de radio y televisión, periódicos y en muchas conversaciones. Entre todas las personas del país se está hablando de qué cosas significa la suprema corte, el tribunal superior de justicia y los demás niveles de impartición de justicia, es decir, se está aprendiendo qué cosa es el sistema judicial
2.- Incluso aquellos que el sábado se oponían tajantemente a la reforma judicial y a las elecciones. Hoy. El nuevo discurso es: aceptamos que es necesario un cambio del poder judicial, pero quizás no esté o sea ya todos están aceptando que era necesario, y que es necesario un cambio del poder judicial.
3.- En la presidencia de la nueva Suprema Corte estará una mujer o un indígena.
4.- Por tercera vez, tras Benito Juárez e Ignacio Ramírez en el siglo XIX, habrá un ministro indígena en la Suprema Corte de Justicia.