La mañana del 11 de septiembre de 1973, Salvador Allende despertó con el rumor de una traición. A las pocas horas, los cielos de Santiago se llenaron de aviones, los tanques rodearon La Moneda y, desde los mares de Valparaíso, la Armada selló junto al Ejército, la Fuerza Aérea y Carabineros el destino del primer gobierno socialista electo democráticamente en Chile. No fue una insubordinación aislada, fue un levantamiento total, inducido desde Estados Unidos.
Al presidente le ofrecieron la oportunidad de huir, pero eligió quedarse, tomó el teléfono, marcó a Radio Magallanes -la única radio emisora no silenciada en ese momento- y allí pronunció su último mensaje al pueblo chileno. No fue un acto de desesperación, fue un gesto de coherencia ideológica: morir en el Palacio de La Moneda era reafirmar que la democracia vale más que la vida misma.
Así fue como hace 52 años la izquierda perdió a uno de sus grandes referentes. Allende abrazó el sueño socialista, rompiendo con uno de sus principales paradigmas: el camino revolucionario. En plena Guerra Fría, insistió en un socialismo democrático, que llegara al poder por la vía de las urnas. Y aunque la ortodoxia marxista lo habría juzgado de "tibio" o "insensato", demostró que sí era posible ese camino, cuando ganó la elección presidencial con el 36.62% de votos, frente al 35.27% de Jorge Alessandri.
Ese triunfo fue posible gracias a la coordinación de diferentes partidos de izquierdas, bajo la coalición "Unidad Popular" (UP). En 1959, el Partido Socialista y el Partido Comunista lanzaron una convocatoria para conformar un frente unido, invitando a los movimientos de izquierda con proximidad ideológica. Al llamado respondieron el Movimiento de Acción Popular Unitario, la Acción Popular Independiente, el Partido Social Demócrata, la Izquierda Cristiana y el Partido Izquierda Radical. Una gran cátedra de unión y madurez política, de la cual nació la "vía chilena al socialismo". La Unidad Popular no fue solo una coalición electoral, fue una lección política que hoy sigue interpelando a las izquierdas del mundo: dividirse es entregarse, unirse es abrir futuro.
En lo económico Allende propuso nacionalizar el cobre, expropiar los grandes monopolios, acelerar la Reforma Agraria, aumentar el salario e impulsar programas masivos de alimentación popular. El chileno también supo visualizar más allá del socialismo antiguo, al aplicar el materialismo histórico y entender que con el avance tecnológico se podía automatizar el trabajo y centralizar la producción nacional. Ese proyecto fue conocido como el socialismo cibernético, o Cybersyn.
El socialismo cibernético de Allende tenía cuatro pilares: Net, Cyberstride, Opsroom y Cyberfolk. El primero era una red de comunicaciones que conectaba las fábricas nacionalizadas y enviaba datos diarios de la producción. El segundo, era el programa para analizar y procesar los datos estadísticos, con el fin de identificar fallas en la producción o posibles riesgos de escasez. Imagínense poder anticipar si una fábrica se va a quedar sin insumos una semana antes de que ocurra, ¿cuántas crisis de escasez no se podrían evitar?
Tercero, Opsroom era el centro de mando, en el cual se visualizaban todos los datos de la economía chilena en tiempo real. Imaginemos un cuarto en donde toda la producción nacional se proyecta en vivo y se pueden tomar decisiones basadas en datos reales; no habría espacio para la improvisación, la información estaría ahí, lista para debatir y llegar a la mejor decisión. Finalmente, Cyberfolk, era el proyecto de instalar dispositivos en los hogares para que el pueblo pudiera opinar sobre las políticas del gobierno y así poder medir el ánimo social. Imaginemos que en nuestras casas tenemos una tableta, en donde podemos opinar en tiempo real y expresar nuestro rechazo o aprobación hacia una reforma. Ese era el sueño de Allende, no era solamente teoría política, era un modelo posible y la prueba de que el cibercomunismo es una de las vías más claras hacia la democracia plena y total.
En los años setenta la tecnología apenas permitía esbozar esa utopía, pero Allende estaba decidido a convertirla en realidad. Cybersyn fue un prototipo de la sociedad socialista del futuro: una donde la tecnología no oprimiera, sino que liberara. Ese sueño no murió. Hoy, con la inteligencia artificial el cibersocialismo se renueva, porque con todo el avance tecnológico actual, es posible automatizar tantos trabajos, que si nos pusiéramos radicales, podríamos extinguir el trabajo asalariado, para que la humanidad fuera libre y se dedicara a la ocupación que más le agrade, sin tener que preocuparse por el trabajo, ya que las máquinas y la IA lo harían todo.
Eso fue precisamente lo que asustó a Estados Unidos. Allende demostró que otro modelo era posible. Y atreverse a soñar más allá del capitalismo es un pecado que las fuerzas imperiales y del capital nunca perdonarán. Nixon lo dijo con claridad el 6 de noviembre de 1970, frente a su Consejo de Seguridad Nacional: "Nuestra preocupación en Chile es la posibilidad de que Allende se consolide, y que su imagen ante el mundo sea su éxito".
El espíritu de Allende nos deja varias lecciones:
· Hay ideales por los que vale la pena morir
· La izquierda solo avanza cuando es capaz de unirse en lo fundamental. La UP no buscó afinidad total, sino "proximidad ideológica".
· La revolución no es el único camino
· Sin el respaldo, o neutralidad, de las Fuerzas Armadas, ningún gobierno democrático está a salvo.
· El triunfo popular siempre provocará reacciones de la ultraderecha, por eso hay que estar preparados para defender la democracia.
· El golpismo es la doctrina de la ultraderecha. Y no dudarán en confabular con gobiernos extranjeros para realizar su cometido. Visibilizar esto es también defender la soberanía.
· El avance tecnológico actual nos abre el camino hacia una sociedad socialista donde el trabajo opresivo quede atrás.
Y la más importante: "ser joven y no ser revolucionario, es una contradicción hasta biológica".