El arte de leer y escribir con bisturí

Panorama editorial

En un panorama editorial dominado por la prisa, el descuido y la abundancia de publicaciones efímeras, es reconfortante encontrar libros que dejan huella, que no nacen del impulso de publicar por publicar, sino de una vocación profunda: leer con atención y escribir con honestidad. Uno de ellos es "¿Quién no ha leído un libro tuyo? Mis escritores", de Rodrigo Arteaga Portillo (Bibliófagos, 2025), una obra que se abre paso entre la cacofonía de los algoritmos con el sigilo y la firmeza de quienes creen que cada palabra merece su sitio.

Más que un compendio de autores preferidos, este libro es una declaración de principios literarios, un manifiesto íntimo y riguroso que explora lo que significa habitar la escritura con seriedad, placer y compromiso. Arteaga no solo recomienda, también invita, abre caminos y pule frases con la delicadeza de quien talla piedras preciosas.

No exagero al afirmar que es un escritor metódico y un corrector exigente en el paisaje literario actual, cualidades cada vez más escasas. Lo anima una pasión manifiesta por el texto bien trabajado, la frase afilada como un bisturí y el adjetivo exacto, que no sobra ni falta. Y, como si fuera poco, disfruta de todo eso. No es una carga ni una manía que lo atormente —aunque a veces quizá le robe el sueño—; es, más bien, una forma de estar en el mundo con los ojos entrenados para detectar un error ortográfico a cien metros y el oído atento a la música interna de una expresión que todavía no alcanza su tono ideal.

Permítanme una comparación que puede sonar osada, pero que me parece justa si la tomamos con la complicidad que da la admiración genuina: el autor de este libro es una especie de Gustave Flaubert contemporáneo. Sí, ese Flaubert del "le mot juste" que se encerraba durante horas en la búsqueda incansable de la palabra precisa, que sudaba por la armonía perfecta del enunciado y que se consumía en la obsesión de alcanzar la belleza invisible del estilo.

Arteaga comparte esa devoción por la exactitud verbal y, al igual que Flaubert, muestra un claro rechazo por el artificio vacío, el aplauso fácil y el exhibicionismo emocional. Lo que valora es la construcción paciente y meticulosa: una frase que no distrae, sino que revela; un estilo que, como decía Flaubert, debe ser "un horno invisible" que calienta desde dentro, sin alardes.

Como lectores, agradecemos ese rigor, conscientes de que el autor pudo haber corregido no tres ni cinco, sino hasta treinta veces cada página. Su trabajo parece resultado de una tensión creativa entre la inspiración y la vigilancia, como si un poeta y un gramático compartieran la misma mesa, negociando con precisión cada adjetivo.

Este libro no solo resulta útil, también es bello, pues detrás de cada recomendación hay una historia. Detrás de cada autor citado se encuentra un lector apasionado que ha leído con la mirada incisiva, el corazón en llamas y la libreta de correcciones en mano.

En tiempos en que las redes sociales nos acostumbran a la inmediatez, al juicio apresurado y al error convertido en estilo, "¿Quién no ha leído un libro tuyo?" nos recuerda que la buena escritura sigue siendo esencial.

Del mismo modo en que Flaubert rescataba el lenguaje del caos gracias a su obsesión, Rodrigo Arteaga devuelve, desde la trinchera del corrector, el valor de cada palabra cuidadosamente colocada. No es casual que me atreva a compararlo con un arquero de futbol —un cancerbero literario— que impide que los anacronismos nos goleen.

Así, con un gesto técnico y a la vez apasionado, defiende sus propios textos y también los de quienes se atreven a someterse a sus ojos agudos y su lápiz rojo. En cada página demuestra que la exigencia en la escritura no es una pose, sino una verdadera forma de dignidad.