Tomando nota del estilo mexicano de descremar las cosas cuando informan de sus pláticas con enviados de Washington, John Kerry salió de su reunión con el Presidente la semana pasada y dejó claro lo que había dicho en la reunión.
A saber: que para Washington la reforma de energía del gobierno necesita cambios, que interfiere con reglas del TMEC, y que hay desacuerdos.
Llegando a Estados Unidos, Kerry repitió la dosis. Aquí hizo lo propio el embajador Salazar.
Volvieron a dejar claro que la reforma de energía propuesta amenaza inversiones por miles de millones de dólares, y que el camino a seguir es el de las energías limpias.
El presidente mexicano se vio obligado a responder. Aceptó la versión de sus visitantes sobre lo tratado en la reunión, pero dijo que él no había respondido nada y por tanto no había aceptado como un condicionamiento la posición de sus invitados.
Es decir: que en silencio dijo No. Lo dijo al día siguiente con todas sus letras: “La reforma se queda como está”.
Si algo puede preverse de este presidente es que sigue adelante con su curso previsto, a menos de que lo amenacen en forma abierta, como lo hizo Trump.
No le faltan a México fichas de negociación con Estados Unidos, aunque no sean fichas para presumir.
Una es la contención de los migrantes centroamericanos por la Guardia Nacional. Otra es la colaboración, o no, en la guerra contra el narco y el crimen organizado, de la mano de los agentes de la DEA y otras agencias que operan semiclandestinamente en México.
La reciente racha de capturas de algunos capos del crimen tiene un aire de familia con lo que se hacía antes: cazar a los capos que Estados Unidos persigue.
Por lo pronto quedó roto el tono que el gobierno mexicano quería mantener en sus diferendos energéticos con Washington: un tono de generalidades amigables y sonrisas de cartón.
El corto circuito quedó a la vista.
Washington y su embajada se disponen a cabildear en México contra la reforma, lo que influirá en detenerla. Esto habría sido visto en otros tiempos como intervencionismo.
Pero ya no es como antes. Porque México ya cambió.