El Gobierno de Javier May no puede fracasar (II)

Segunda de dos partes

EN LA ENTREGA ANTERIOR, EL AUTOR PLANTEÓ QUE EL GOBIERNO DE JAVIER MAY EN TABASCO TIENE QUE HACER FRENTE A LAS GRANDES CARENCIAS, PROBLEMAS Y PROMESAS NO CUMPLIDAS QUE HAN ARRASTRADO TODOS LOS GOBIERNOS ANTERIORES. PARA LOGRAR LOS OBJETIVOS DEL CAMBIO HAY UNA SERIE DE LASTRES QUE, A SU JUICIO, DEBEN SER SUPRIMIDOS. OFRECEMOS LA SEGUNDA PARTE DE SUS PLANTEAMIENTOS.

UN GOBIERNO CON OBJETIVOS

         Un gran lastre para lograr esto, ha sido -no es ningún secreto-, la ausencia de una formación de cuadros, funcionarios, técnicos, especialistas, etcétera, por parte del Movimiento y Partido Morena, que -por ejemplo-, se define como antineoliberal, pero tiene que recurrir a personajes formados escolarmente dentro del neoliberalismo; cuando no, además, como es demasiado evidente, dentro de la estructura y prácticas priístas. Además de cargar con la misma burocracia sin ser capaces de establecer nuevas formas y liderazgos que generen una nueva forma de administrar y que eleve los niveles de eficiencia y buen servicio público.

Otro gran lastre que hay que soltar es el que constituye lo que Max Weber definía como patrimonialismo: el utilizar como patrimonio personal los cargos públicos (tanto desde los empresarios, como de quienes sólo buscan un sueldo seguro sin comprometerse con la función social). Toda una tradición tabasqueña. Y, por supuesto, no sorprende que se sigan repitiendo formas de relación y atención a los ciudadanos, y las formas políticas en general, si lo único que esta generación que ha llegado al gobierno han sido las de la cultura príista sin haber estudiado, buscado o proponerse otras (algo que debería promover y difundir el nuevo partido).

Como le recordó hace pocos días Pablo Iglesias a Sabina Berman: un gobierno de izquierda no puede ser un gobierno sin objetivos, programas y proyectos ideológicos, un gobierno meramente operativo: tiene que ser un gobierno de ideas e ideales que integre y dirija a la sociedad, no meramente la gobierne. Contra el neoliberalismo además, sólo puede ser un gobierno que genere sociedad, comunidad, diálogo, integración, participación. No puede limitarse simplemente a ser gestor y considerar como interlocutores colectivos sólo a los empresarios. Y tratar al resto de los ciudadanos como meros peticionarios. Es decir, se trata de pasar de la democracia representativa a la participativa (como bien lo está planteando la propuesta de Pablo Gómez para hacer la nueva Reforma Electoral, por ejemplo).

         Este es el cuerpo del Iceberg, pero, como con en el Titanic, el naufragio puede producirse por la punta del mismo: la incapacidad de resolver conflictos puntuales como se ha visto con lo casos de la electricidad en Tamulté y los Tecnológicos de Balancán y Comalcalco;  y la incapacidad de diálogo como con el caso del Parque Museo de la Venta.

         Un gobierno eficaz que mantiene el apoyo popular y social más allá de lo electoral y que genera perspectivas de futuro es un gobierno que aprende, que es ágil y dúctil. La diferencia entre la autocracia que al llegar al poder dejar de ver a la sociedad y sólo se ve a sí misma, que se convierte en un mero intercambio entre funcionarios y la sociedad política; y una democracia, es la capacidad de ser permeable a la información y procesos del pueblo y la sociedad civil, un gobierno que los integra en los procesos de administración y gobierno sin subordinar o sólo negociando pactos de intereses empresariales, corporativos o clientelares. Sobre todo, ante los retos que impone lo que desde los años 90 Ulrich Beck llamó la "sociedad del riesgo", y lo que en este siglo se ha reconocido como "Cambio Climático". Es decir que nuestras propias formas acostumbradas de satisfacer necesidades y desarrollarnos, son ahora los mayores riesgos para la propia supervivencia.

Los nuevos retos que imponen las crisis industriales y ecológicas, además de las económicas y sociales (como la de la violencia) no pueden ser resueltas sólo por el gobierno, implica una forma creativa de integración desde el diagnóstico, la planeación, el diseño y ejecución de políticas, de todos los estratos sociales, académicos, empresariales, barriales, comunales y laborales redefiniendo para cada lugar y situación formas comunes de bienestar que no sean excluyentes ni parciales. (Profesor e investigador de la UNAM)