Actualmente, la principal prioridad del país, mayor consumidor de combustibles a nivel global, es mantener el precio de adquisición del crudo bajo para abastecer sus 132 refinerías operativas. El objetivo fundamental es garantizar combustibles de bajo costo, controlar la inflación y reducir la tasa de interés interbancaria en 2026. Cabe destacar que aproximadamente el 70% de la capacidad de refinación estadounidense está diseñada para procesar crudos pesados. Estados Unidos importa entre 6 y 7 millones de barriles diarios de petróleo, de los cuales entre el 65% y el 70% provienen de Canadá y el resto de otros países.
En este contexto, se inicia la estrategia para el nuevo mercado: Estados Unidos incrementará la exportación de crudo ligero y mantendrá un volumen constante de crudo pesado importado. Dado que Canadá es el principal proveedor, es posible prever modificaciones significativas en los aranceles del T-MEC, especialmente mayores gravámenes sobre la venta por debajo del valor promedio mundial, con el fin de compensar dichas tarifas y permitir que los productores del norte de Estados Unidos continúen sus envíos.
Ante este escenario surge una interrogante relevante. México ha manifestado públicamente su desinterés en mantenerse como actor en el mercado mundial de exportación, al restringir su producción. Esta decisión conlleva una disminución del envío de crudo pesado a las refinerías de su socio comercial, lo que implica que el país con mayor consumo de petróleo crudo deberá buscar alternativas que ayuden a minimizar los riesgos logísticos, comerciales, arancelarios y de alianzas, tanto en el corto como en el mediano plazo.
Se ha hallado una solución. Un posible cambio de régimen en Venezuela podría modificar significativamente los flujos globales de petróleo, otorgando a Estados Unidos un acceso renovado al crudo pesado venezolano, especialmente adecuado para las refinerías de la Costa del Golfo. Una flexibilización adicional de las sanciones, junto con el libre flujo de crudo venezolano, podría contribuir a los esfuerzos de la administración estadounidense por mantener bajos los precios de la gasolina, controlar la inflación y gestionar las tasas de interés.
La alineación de Venezuela con Estados Unidos dentro de la OPEP podría modificar la dinámica interna del cártel, favoreciendo los vínculos diplomáticos entre Washington, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos. Un gobierno venezolano afín a los intereses estadounidenses se sumaría como aliado estratégico en la organización. La OPEP representa aproximadamente el 40 % de la producción diaria global de petróleo y regula el nivel de suministro para asegurar la estabilidad de los precios internacionales.
Durante sus dos mandatos, el presidente Trump ha procurado fortalecer las relaciones con Arabia Saudita, considerado líder de facto de la OPEP. El mes pasado, recibió al príncipe heredero saudí, Mohammed Bin Salman, en una visita oficial destinada a consolidar la cooperación económica y de defensa, en la que el petróleo desempeña un papel estratégico.
Por su parte, la OPEP muestra interés en mantener a Venezuela dentro del grupo, especialmente tras diversas discrepancias internas relacionadas con los niveles de producción y las cuotas desde la conformación de OPEP+ hace casi diez años.
Resumen: El presidente Trump ha priorizado el fortalecimiento de las relaciones con Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, considerando su relevancia como cofundadores de la OPEP y en función de objetivos estratégicos proyectados hacia 2026. Entre los principales propósitos se encuentran asegurar el suministro de petróleo a precios competitivos para las refinerías estadounidenses, así como promover tarifas accesibles de gasolina, mantener la inflación bajo control y favorecer tasas de interés reducidas. Para la OPEP, es esencial conservar la membresía de Venezuela y procurar que sus intereses permanezcan alineados con los del grupo, especialmente ante eventuales cambios en el corto plazo.
México dónde quedó? – Grupo Caraiva – Grupo Pech Arquitectos