Nadie experimenta en pellejo ajeno.
Vulgo.
Desde niño he sido aficionado, por tradición familiar, a leer un periódico local y uno nacional, por lo que siempre estuve bien informado de las noticias y por ese motivo tenía conocimiento de la existencia de la penitenciaría cuyo nombre lleva este artículo; y cuando estuve radicado en la capital de la república estudiando en la insigne Facultad de Derecho de mi alma mater, la Universidad Nacional Autónoma de México, uno de mis maestros de Derecho Penal, nos motivó para irlo a conocer y todo el grupo con gran inquietud aceptó la invitación para que nos impartiera su clase mientras hacíamos un recorrido por dicho penal. La experiencia fue sorprendente e inolvidable, puesto que conocimos algunas de las crujías donde purgaban sus penas varios reos tristemente célebres.
Otra vez que recorrí el referido reclusorio, aconteció cuando fui a visitar a un compañero de estudios que lamentablemente se vio en la necesidad de matar en defensa propia a un asaltante, pero mientras se esclarecía el asunto él tuvo que pasar por el penoso suceso de verse recluido en dicha cárcel, mientras los abogados que llevaron su caso demostraron su excluyente de responsabilidad.
Otra vez fue cuando mi querido e inolvidable maestro de las clases de Derecho Mercantil y Marítimo, el señor Doctor en Derecho Raúl Cervantes Ahumada, me invitó para ir a saludar a otro docente que era Notario Público y que injustamente estaba siendo procesado por defraudación fiscal a la Tesorería de la Federación. Ocurrió que él tenía un empleado infiel encargado de efectuar los pagos correspondientes al fisco, pero abusivamente hacía las declaraciones en cero en las oficinas hacendarias y se embolsaba el dinero. Naturalmente, pasado el tiempo el maestro pagó las consecuencias como responsable de la notaría a su cargo. Por respeto a su memoria omito su nombre.
Durante esa visita el maestro Cervantes Ahumada me dijo que aprovecharía de visitar al General Humberto Mariles. Al escuchar su propuesta sentí gran emoción pues tendría yo la oportunidad de conocer personalmente a ese gran medallista que ganó la presea de oro en Melbourne, Australia. Cuando llegamos a su celda mi maestro lo saludó efusivamente y me presentó con él diciéndole que yo era oriundo de Tabasco, por lo que al escuchar esto Mariles de inmediato me dijo que él había posado para que se erigiera la estatua del Coronel Gregorio Méndez Magaña, lo que para mí fue una sorpresa pues ignoraba tal dato. Luego se puso a platicar cordialmente conmigo como si me conociera de tiempo atrás. Fue una experiencia inolvidable, pues jamás pensé que conocería a un medallista olímpico de su talla, aunque lamentablemente en esas tristes circunstancias.
El predio que dio motivo a estos comentarios fue penitenciaría desde 1900 hasta 1976, y su nombre corresponde al apellido de un personaje español que era el propietario de las tierras donde fue establecida la cárcel. Se inauguró durante el gobierno del General Porfirio Díaz.
Actualmente dicho inmueble está destinado a alojar las instalaciones del Archivo General de la Nación. ¡Así es la vida! (Oct. 16/25).