ELOGIO DE UN DIARIO PEQUEÑO

EN ESTOS DÍAS QUE CLEBRAMOS NUEVAMENTE AL LIBRO, SOBRE TODO IMPRESO, TAMBIÉN CELEBRAMOS A LOS LECTORES COMO USTED. NOS PARECE OPORTUNO COMPARTIR CON QUIENES DIARIAMENTE NOS CONFIRMAN QUE APRECIAN LA BUENA PROSA Y LA CULTURA, ESTE INTERESANTE TEXTO DE UNO DE LOS SABIOS MEXICANOS EN REFERENCIA A UN COMPACTO PERIÓDICO DE ARGENTINA.

EL ELOGIO

Bajo la palabra de Gracián –  “Más obran quintaesencias que fárragos”, o bien: “Lo bueno, si breve, dos veces bueno—salió el pequeño diario a enriquecer el ambiente periodístico, con esa nota de epigramática rapidez que va siendo propia de nuestro tiempo. La abominación por los “desarrollos” es, hoy por hoy, discernible en toda literatura. Este diario viene a ser, por esa tendencia a las síntesis, el periódico –digamos- posterior a Apollinaire. 

     Quien tuvo la feliz idea de darle esa forma apretada y breve, obligando a los redactores al buen estilo de las palabras indispensables (“Toda abundancia es estéril”, decía Mallarmé), sabe seguramente que no todo lo que sucede es digno de memoria, como sabe el buen pintor que no todo el campo es paisaje, como sabe Sancho que “no todo el monte es orégano”.

     Despojar, abreviar, depurar, ¡qué grata y agradecida tarea! Escribir por el otro cabo del lápiz, es decir: borrando las más veces, ¡qué espléndida disciplina para el que redacta y para el que lee! ¡Qué alivio, qué higiene mental! Y si a esto se añade el interés fotográfico –el disparo de la noticia que entra, de golpe y de una vez, por los ojos-, ya está logrado el milagro.

     El ideal del periódico debiera ser tender siempre a leerse solo. Y esto se logra con la balanza de precisión, con la dosificación exacta de las únicas calorías que hacen falta para que cada palabra nutra su idea; pero sin volverla adiposa. A cada plana, un sabor propio: a cada grado de interés, otro tipo de título; a cada sitio en la columna, otro valor jeroglífico. Los grabados, que siempre revelen el pulso, el ápice de cada suceso… ¡Y soñemos! Soñemos con el diario de geometría perfecta en que el solo lugar donde se da cuenta de las conversaciones sobre Tacna y Arica, por ejemplo, sea un indicio cierto del estado de la cuestión. Un rápido vistazo, una rauda percepción de las proporciones respectivas de ordenada y abscisa en que cada asunto se sitúa, y ya está todo entendido, a través de la sola intuición de espacio. En este sentido, el periódico, con su plaza abierta de páginas y sus avenidas en columna, ofrece mayores posibilidades que el libro: sin olvidar la posibilidad caricaturesca que un día intentó Tristan Derème: la de imprimir el periódico en forma de ruleta, para que por la noche, después de la cena, sentada en torno a la mesa redonda, toda la familia pudiera leerlo a un tiempo.

     ¡Cuántas veces, sin darme cuenta, agoto de cabo a rabo esta pequeña enciclopedia diaria, aunque sea ayudándome con el salto de título a título y con el puente en desliz de las notas graficas! Y le agradezco el haberme preparado en pocos instantes –con desinteresada objetividad- para salir a la brega cotidiana armado de todas las nociones que necesito.

     El buen escritor que lo fundó dejó en él los hábitos de la pluma clara, y el culto por ese rinconcillo de los poetas que no debe faltar en ninguna casa respetable. El buen periodista que hoy lo dirige sabe llevarlo con un pasito ágil y nervioso de caballo bien educado. Ni atropella ni se queda atrás: anda como el día-. Brevedad, equilibrio, justo peso y medida discreta, guiño que vale por un discurso, y ese “si sé qué”, en suma, que llamamos, con una palabra anticuada pero insustituible, el buen gusto. Yo me alargaría diciendo cuánto debo a la franca hospitalidad de este periódico, que siempre ha sido para mí tertulia de amigos. Pero ¿cómo voy a alargarme, cuando hago el elogio de la brevedad?    (En Obras Completas de Alfonso Reyes, tomo VIII, FCE)

NOTA DEL EDITOR: Sea este elogio a la brevedad y a la precisión un servicio al que aspiremos permanentemente. Gracias por leernos.