Escribió un libro de historias que paradójicamente
termina con un prólogo.
Uno de sus lectores.
A lo largo de mi feliz existencia he conocido algunos personajes relevantes, tanto nacionales como internacionales, siendo uno de ellos Germán Arciniegas, a quien el licenciado Belisario Colorado Martínez de Escobar me presentó en el antiguo aeropuerto de nuestra ciudad, cuando éste se encontraba en pleno centro de la capital entres a orillas del Boulevard "Adolfo Ruiz Cortines", cerca de un conocido expendio de pollos fritos, en lo que ahora conocemos como "Tabasco 2000".
La charla con ellos resultó verdaderamente interesante y para mí fue más que eso porque tuve la fortuna de conocer al autor de Biografía de Caribe, libro que cuando lo leí me dejó un grato sabor de boca por todo su contenido. Entre sus varios libros está El Estudiante de la Mesa Redonda, ejemplar que sorpresivamente lo adquirí viajando allá por el fin del mundo (Argentina).
Este ensayista e historiador es un ejemplo a seguir; destacó como diplomático y político y desde joven estuvo vinculado al periodismo, habiendo creado y dirigido numerosas revistas culturales. Fue Ministro de Educación de su país e investigó y escribió hasta pocos días antes de su muerte y mantuvo una columna en el periódico El Tiempo, de Bogotá. Para él América era una sola desde Alaska hasta La Patagonia.
La charla que sostuvimos se prolongó por todo el tiempo de espera que tuvo el prolífico autor literario. Mientras platicábamos, en mis adentros yo deseaba que el vuelo se demorara porque estaba conversando con dos personas a las que se les aprendía mucho. Los dos se escuchaban con respeto y cuando les tocaba el turno de hablar daban rienda suelta al cúmulo de conocimientos que tenían.
Yo sencillamente me concreté a escucharlos y disfrutar el encuentro porque todo lo que comentaban me parecía interesante. Y era natural, pues ambos eran poseedores de una sólida cultura, producto de varios años de lectura y de producción literaria. El primero de ellos era conocido a nivel internacional, y el segundo, aunque no era conocido a ese grado, también tenía mucha experiencia en la abogacía y había ocupado altos cargos públicos y se había distinguido en la educación impartiendo clases en algunas instituciones de prestigio como el Instituto Juárez, entre otros, en el cual creó un horario nocturno para los estudiantes que trabajaban.
En fin, esa tarde fue inolvidable porque ambos me trataron con mucha confianza explayándose como si ya tuviéramos muchos años de conocernos, lo que hizo que yo también opinara sobre los diversos temas que se abordaron en el breve lapso de espera mientras el prestigiado escritor colombiano abordaba su avión. A los dos les agradecí que me permitieran participar en ese inesperado coloquio. Momentos que recordaré para siempre. (Nov. 12/25)