Gesto, Advertencia y Proyección

La demostración de control político del presidente López Obrador

La demostración de control político del presidente López Obrador, el domingo pasado, es a la vez, un gesto, una advertencia y una proyección.  

Es un gesto, porque es la reacción de rechazo a la crítica diversa y multitudinaria que grupos de la sociedad civil y ciudadanos externaron, el pasado 13 de noviembre, a su intento de modificar parte de la estructura y de la operatividad del INE, con el afán facilitar el control de los procesos electorales desde el aparato del estado, y a sus políticas públicas.  Al presidente le molesta sobremanera que lo critiquen; no acepta un pensamiento crítico, una idea adversa.  El suyo es un gesto propio de una personalidad autoritaria, que se ha reafirmado gracias a la concentración de poder que ha llevado a cabo durante estos cuatro años.  Al sol es imposible taparlo con un dedo.  

La manipulación del número de marchistas opositores no pudo evitar que resultara evidente que es muy grande el desacuerdo con su forma de gobernar y con su interés por reducir los controles sobre el poder ejecutivo.  Al presidente le resultó difícil admitir que las voces críticas son más que las que él quiere asumir.  Tanta oposición le vino a descuadrar la creencia de ser amado por seis de cada diez mexicanos, como le hacen suponer las encuestas de popularidad que tanto lo animan.  Decidió responder.  A él nadie le gana.  Llevó a la calle a cientos de miles de seguidores y clientes electorales, sin negar que también otros cientos de miles de simpatizantes asistieron voluntariamente. 

Es una advertencia porque su respuesta al rechazo a su propuesta de reforma electoral fue dejar sentir todo el poder del estado, para hacer ver que si bien no logró cambiar el diseño del instituto, no por ello se detendrá para que su partido, Morena, y el candidato o candidata que él elija ganen el proceso electoral del 24.  No hubo intentos, siquiera, de ocultar el acarreo y el uso de recursos públicos.  Por el contrario, el propósito era hacer evidente que se echaba mano de todos los instrumentos posibles, por ilegal que resultara su empleo.  A nadie nos debe quedar la menor duda: en las elecciones de los próximos dos años, la ley electoral no tendrá valor para impedir los triunfos del oficialismo.  Quien reacciona con gestos de rechazo ante la crítica, no se detiene en manipular todo a su alcance para imponer su voluntad.  Advertidos estamos.  

Tras el gesto y la advertencia hay una proyección: la de la sociedad que su personaje debe consolidar por designio histórico.  Una sociedad que se asemeje a la apaciblemente tradicional que a él le tocó vivir en su niñez macuspanense, de escasa complejidad social en la que el conflicto social podía ser controlado sin mayores dificultades por los mecanismos de control del estado, que en aquellos años estaba bajo la hegemonía priísta.  Una sociedad cuyo desarrollo estaba orquestado y organizado desde el aparato político, por lo que crecía no sólo bajo su tutela sino en estricto apego a su guión.  

La marcha resultó insoportable para el presidente no sólo porque asistieron cientos de miles que se expresaron en su contra sino, sobre todo, porque al concretarse como muestra de la diversidad y la complejidad que ha adquirido la sociedad mexicana le causó disonancia cognoscitiva: ese México ya no existe y no podrá volver a ser.  México dejó hace mucho de ser un ente predecible y manipulable.  Pero el presidente quiere volver a ver un México centralizado, un México controlado, un México sin diferencias.  Centralizar, controlar y desaparecer las diferencias sólo podrá hacerse a través de la fuerza, lo que tendrá consecuencias gravísimas para una sociedad que desde hace más de seis décadas ha venido diferenciándose cada vez más.  

Con su marcha, la sociedad civil reclamó respeto por el INE porque que con su acción ha contribuido a forjar la convivencia pacífica de los últimos años, a pesar de la creciente diversidad de identidades e intereses que nos caracterizan como sociedad.  Pero también reclamó esa sociedad ese respeto porque el instituto es una de las concreciones más sólidas de sus luchas y esfuerzos por separarse del control estatal y por empezar a ser ella la que defina los caminos que el poder debe seguir, y no al revés. 

Por eso el gesto, por eso la reacción. Por eso la advertencia: esa sociedad que se proclama poderosa y exigente no tiene cabida en el futuro proyectado por el presidente.  La sociedad civil deberá disolverse nuevamente en el estado, a través de su partido.  Las elecciones no pueden ser ciudadanas, porque los ciudadanos deben diluirse.  Leamos bien el gesto; no ignoremos la advertencia.  Preparémonos frente a la proyección.