La altiva derrota

La rebasaron todas, menos las que abandonaron la carrera. Llegó a la meta en el lugar 37


A LA SUIZA GABRIELA Andersen, en la maratón (42 km más 195 metros) de 1984 en los Ángeles, California, sólo le faltaban 500 metros para terminarlo, y los recorrió trastabillante en largos 7 minutos, porque estaba casi inconsciente a causa de deshidratación severa. La rebasaron todas, menos las que abandonaron la carrera. Llegó a la meta en el lugar 37. Más todos la recuerdan por no rendirse, como ejemplo de valentía.

CASOS ASÍ SUCEDIERON en varios maratones. Tal que cuando eran ya horas después que había entrado el anónimo del triunfo y ganó la medalla de oro, arrastrando una pierna el último corredor o corredora va paso a paso, con el rictus de dolor y llega, al fin, horas después, al estadio donde le espera el público que quiere ver al de la derrota de honor, y aplaude a rabiar, reconociéndole el coraje de seguir y terminar a pesar del dolor sumado al cansancio.

FAUNA ZINGH, INGLÉS de origen hindú, en 2003, con cien años a cuestas, logró terminar el maratón de Toronto, Canadá, en un tiempo algo más de 7 horas, entrando al récord Guiness, como el hombre de más edad que termina un maratón. Amar las derrotas es ir contracorriente. Es mirar el mar bravío y entrarle a prueba y riesgo de la vida. Y salir maltrecho por el embate de las encrespadas olas. Solo el mar bravío forjó el alma de los mejores marineros.

LA  DERROTA SUENA a drama. Cruzas la línea que la separa del vano triunfo del ego. La derrota es sublime. Se crece en el abandono e indiferencia. Deja cicatrices en el alma. Y brinda solo con vino amargo. Parece haber desaliento en la caída. Se apuesta nada al que está en la lona. Pero es allí donde surge el héroe al levantarse.

SI ME DIERAN a elegir, yo elegiría a la derrota previa, pero no cualquiera,  sino la que precede al triunfo. Ella es humilde y sencilla. Ella avanza a pesar del viento en contra. A pesar de la sangre en el rostro, el boxeador sigue en la brega del sudor tirando y recibiendo golpes. Hay hombres y mujeres que fueron derrotados y las generaciones que les siguen los recuerdan más que a los del triunfo. Y eso porque su pundonor los hizo llegar a la meta a pesar del dolor por una pierna rota. O al round final en el box, pese a los dolores en todas partes y lo maltrecho de la cara. Si compites por ganar, irremediablemente pierdes. Y sumadas las derrotas son el triunfo. Pero de este impostor todos hablan y lo persiguen. Y es de nadie. En cambio la derrota se te da humilde, sencilla, amorosa.

"¿EN QUÉ LUGAR quedaste?" "En el 52". "Ah, eres de los malos". Y no, los malos son los que no sudan la camiseta. Son los que envidian a los del triunfo. Y critican a los derrotados. Pero estos ponen el ejemplo de participar, de moverse, de luchar. Los malos son los que sueñan en triunfos, pero no hacen absolutamente nada para lograrlo.

JOHN STEPHEN, de Tanzania, en el maratón de México 1968, llegó horas después a causa de una lesión en la rodilla y fuertes dolores de hombro. Su derrota le dio fama, como ejemplo de pundonor y valor.

YO SUEÑO con las derrotas. Último en la meta. Escribir un libro y no publicarlo. O publicarlo y no venderlo. Que te abandone la profesora por tardarte en aprender de su sonrisa. Salir con paraguas y no llueva, ni sol para sombrilla. Esperar en la banca del parque sin cita a que llegue el amor de tu vida. Cantar y bailar sin público. Soñar en alcanzar tu rosa vital. Recorrer el mundo en el sueño, igual.

NO ERES TÚ. Soy yo. El triunfo es tuyo. La derrota es mía. Y así siga corriendo el tiempo hasta el final, la derrota es la medalla que luzco, como general que tiene bajo su mando solo a sí mismo. Y levantarse como si nada. El triunfo es tuyo en la engañosa y fugaz esbeltez y dureza de la juventud eterna. Las tantas derrotas dejan cicatrices y enseñan que vamos de paso. Yo voy en este barquillo frágil que el viento mueve en el proceloso mar de la vida. Y tú en ese trasatlántico del engaño banal,  el de las  comodidades y del "sí, señor", el del lujo sanitario.

EL TIEMPO, AL FINAL se burla de los triunfos y de las derrotas. Al término del juego de ajedrez, peones y reyes, triunfantes y derrotados, son guardados en la misma caja. Así lo dijo el poeta.