«Todo lo que uno hace en la vida, y lo mismo en el amor, se hace a bordo del tren expreso que rueda hacia la muerte. Fumar opio es abandonar el tren en marcha; es ocuparse en otra cosa que no es la vida ni la muerte». Así escribía -Jean Cocteau- en el Diario de una Desintoxicación.
Apuntes de los diarios del autor, durante el proceso de desintoxicación de la adicción al opio que sufrió durante un tiempo, desde la muerte de su compañero Raymond Radiguet en 1923 hasta el final de sus días.
“El que nos trajo los ángeles es algo tan importante como el que «nos trajo las gallinas», y no se nos diga que los ángeles siempre estuvieron cercanos a nosotros, porque los ángeles que Cocteau vuelve a traer al mundo son unos ángeles originales en que vuelven a volar en el cielo de los ángeles primeros y recién nacidos”.
Así como el opio es un alcaloide que alucina al hombre, el ocio es un bien y mal que también lo embelese.
Si miramos al ocio como el tiempo libre que es aprovechado para descansar y aprovecharlo en actividades que no sean el de nuestras labores, es un tiempo que el individuo emplea para lo que le guste y divierta. La palabra ocio es de origen latín “otium” que significa “reposo”.
Sin embargo en nuestro tiempo en donde la tecnología es una revolución latente e ininterrumpida, como en su tiempo fuera la revolución industrial, no da oportunidades de atajo en ninguno de los campos: los mismo es útil y necesaria en un taller que en un laboratorio, en la política que en la física, la biología y lo espacial, la escuela ó un mercado, nadie puede sustraerse de ella.
El uso que uno le dé, ya es otra cosa, es aquí donde debemos de tener cuidado, que el ocio no se escurra y recorra hasta el tiempo fructífero, te distraiga de lo laboral y valioso. La tecnología es una herramienta que puede auxiliarnos a desarrollar tareas, nos abrevia el tiempo de búsqueda, la revisión de información variable y alternativa a lo que deseamos saber.
Hacer del ocio un vicio es desaprovechar la tecnología, diluir nuestro tiempo en la distracción sin sentido o provecho alguno, y convertirlo en una maldita adicción de la que no nos damos cuenta y estamos desaprovechando la oportunidad de explotar la herramienta que tenemos en nuestras manos.
“La vida es lo bastante larga y, si toda ella se invierte bien, se concede con la amplitud necesaria para la consecución de la mayor parte de las cosas. Pero si transcurre entre exceso y negligencia, y no se emplea en nada bueno, sólo cuando nos oprime la última hora sentimos que se va lo que no comprendimos que pasaba. Lo que significa que no recibimos una vida breve, sino que la abreviamos; y que no somos indigentes de vida, sino derrochadores”.*
*Lucio Anneo Séneca. “Sobre la Brevedad de la Vida, el Ocio y la Felicidad”.