NOTA BENE

La enfermedad de la mentira: “No robar, no mentir, no traicionar”

Andrés Manuel López Obrador ha conceptuado las características de su movimiento con tres prioridades: “No robar, no mentir y no traicionar”.

Si bien no se puede generalizar, si vemos con estupor que a algunos de los nuevos cargos electos, especialmente algunos alcaldes, demuestran una especial afección a mentir. Me atrevo incluso a decir que alguno de ellos, de conocida trayectoria, tiene adicción a mentir porque además le ha sido rentable.

Miente tan bien que le cree un grupo leal de seguidores. Posiblemente sea una sorpresa para muchos, incluido el que esto escribe, pero la mentira es unja enfermedad ´perfectamente definida en psiquiatría. “Mitomanía, mentira patológica o pseudología fantástica son tres de los varios términos aplicados por los psiquiatras para nombrar el comportamiento de los mentirosos compulsivos o habituales. La mentira en el caso de los mentirosos patológicos es un acto inconsciente por adicción a mentir.

Mentir con frecuencia es un síntoma de varias enfermedades mentales. Las personas que sufren de trastorno de personalidad antisocial utilizan las mentiras sencillamente porque necesitan afecto. Las historias contadas no son improbables, ya que a menudo tienen algún atisbo de verdad y siempre son muy formuladas (esto puede deberse a que se piensa en todas las probabilidades de que un evento se lleve a cabo, de qué manera y en qué circunstancias).

Las historias no son delirios o una manifestación de la psicosis: si se le presiona, la persona puede llegar a admitir que lo que cuenta no es cierto, aunque de mala gana y en casos más fuertes el individuo no admitirá la verdad, generalmente terminará desviando la conversación con halagos físicos u otros temas relacionados que contengan mayor veracidad. Las historias contadas tienden a presentar al mentiroso de manera favorable. La persona puede presentarse a sí misma como alguien increíblemente valiente, sabio.

El paciente realmente cree que los acontecimientos ficticios han tenido lugar, sin tener en cuenta que estos eventos son fantasías de su mente.

La víctima puede creer que ha cometido actos sobrehumanos de altruismo y amor o actos igualmente grandiosos de una maldad, que responden a sus propias fantasías, generalmente se crea tanto un perfil de cada persona que ve y de cómo admira una personalidad en específico, se podría decir abiertamente que esta persona no adquiere una personalidad aunque tenga un carácter generalmente negativo.

Mentir con frecuencia es un síntoma de varias enfermedades mentales. Las personas que sufren de trastorno de personalidad antisocial utilizan las mentiras sencillamente porque necesitan afecto. Hay muchas consecuencias de ser un mentiroso patológico.

Debido a la falta de confianza, la mayoría de las relaciones y amistades de los mentirosos patológicos fracasan. Si la enfermedad continúa avanzando, la mentira podría llegar a ser tan severa como para causar problemas legales, relacionados con el fraude. En los casos más graves, al mitómano le acaba sucediendo lo que a Don Quijote.

Se cree sus mentiras, inventa un mundo alternativo donde es el héroe, todos le quieren, y aborrece el mundo real, del que se aleja más y más cada día, hasta que se hace casi imposible regresar”.

A la vista de lo anterior es muy probable que todos podamos ponerle la etiqueta de mentiroso a alguno, o algunos, de nuestros políticos conocidos y sería muy curioso someter a votación popular a quienes se le pueden adjudicar los atributos del mentiroso.

Confiemos en su pronta curación porque si no los que nos vamos a enfermar somos nosotros, los ciudadanos, pero de hambre.