Plano tangente

Sobre la seguridad de los perfumes

 

«Estoy contigo por tu olor, no por tu perfume».

Juan Gómez Canca

 

Los perfumes son considerados productos de estilo de vida, comúnmente utilizados como una forma de expresar preferencias personales, estilo individual o estatus social. Sus formulaciones suelen mantenerse en secreto debido a la intensa competencia industrial, por lo que están protegidas a nivel global frente a su divulgación tanto a autoridades regulatorias como a consumidores. Habitualmente, solo se enumeran de forma general las fragancias principales entre los ingredientes de un perfume. Además de compuestos orgánicos no volátiles, una sola fragancia puede contener hasta varios cientos de compuestos volátiles.

Según la lista de transparencia actual de la Asociación Internacional de Fragancias, se permite el uso de 3,619 sustancias químicas como fragancias o ingredientes funcionales. Los requisitos legales y normativos para los perfumes varían entre países. Por ejemplo, en la Unión Europea, deben cumplir con la normativa de etiquetado de alérgenos. Sin embargo, el producto final rara vez se somete a pruebas toxicológicas; en su lugar, los fabricantes realizan una evaluación basada en la composición confidencial del perfume. Esta evaluación abarca factores como la concentración de cada ingrediente, datos sobre seguridad química, información de bases de datos toxicológicas y literatura científica, considerando el tipo de uso, las vías de exposición y la duración del contacto. Toda la información pertinente debe ser registrada en el portal de notificación de productos cosméticos, lo que permite prever riesgos potenciales. Los ingredientes más tradicionales, utilizados en bajas concentraciones, se suelen clasificar como seguros.

En las últimas décadas, las fragancias naturales han sido reemplazadas por aromatizantes sintéticos de bajo costo, derivados de la petroquímica, ampliamente presentes en perfumes y otros productos de consumo (Rádis-Baptista, 2023). Diversos estudios han evidenciado su impacto ambiental y, además, han señalado que estos productos pueden representar riesgos para la salud debido a la presencia de sustancias químicas aromáticas peligrosas con advertencias internacionales.

Estas sustancias son motivo de preocupación en salud pública, ya que pueden actuar como irritantes, alérgenos, disruptores endocrinos, e incluso como carcinógenos (Mahajan, 2022). Por ejemplo, algunos compuestos usados en fragancias para prolongar su duración, como ciertos plastificantes, han sido asociados con problemas de salud crónicos, incluido el cáncer. Las sustancias químicas sintéticas, basadas en derivados del petróleo, pueden acumularse en el organismo y alterar el eje endocrino-inmune-neural, provocando reacciones alérgicas, problemas respiratorios y alteraciones hormonales.

La lista de alérgenos reconocidos se ha ampliado recientemente a 81. Además, los filtros de radiación ultravioleta (UV), comúnmente añadidos a los perfumes para evitar la degradación de sus ingredientes, pueden interferir con la regulación hormonal. Algunos perfumes han demostrado ser altamente mutagénicos y cancerígenos, generando efectos significativos como neuromodulación y citotoxicidad durante el desarrollo cerebral fetal, incluso a concentraciones ínfimas.

Aún no se ha logrado realizar un análisis exhaustivo de seguridad química sobre productos de perfumería completos para identificar compuestos peligrosos, tanto conocidos como desconocidos. La mayoría de las sustancias químicas carecen de datos toxicológicos, y los estudios disponibles suelen enfocarse en unos pocos ingredientes seleccionados, evaluados con un único criterio biológico.

Recientemente se realizó un estudio y, por primera vez, se realizó un perfil de peligrosidad mediante análisis de imágenes de 42 perfumes como evaluación preliminar para detectar compuestos que requieren mayor investigación (Morlock y Heil, 2025). Este análisis permitió identificar sustancias peligrosas, conocidas y desconocidas, de forma eficiente. Se emplearon diez criterios de valoración toxicológica distintos, lo que proporcionó una visión más completa y detallada del conjunto del perfume que los métodos convencionales centrados en ingredientes individuales. Todos los perfumes analizados, independientemente de su precio o de si estaban dirigidos a un público masculino o femenino, contenían compuestos genotóxicos, citotóxicos, antibacterianos, neurotóxicos y/o disruptores endocrinos.

Una sola aplicación de 100 µL de perfume sobre la piel superó por 77 veces la concentración media efectiva (CE50) para genotoxicidad y en 9,090 veces la concentración inhibitoria media (CI50) de la enzima aromatasa. Esta enzima, presente en ovarios, testículos, tejido adiposo, cerebro y glándulas suprarrenales, transforma la androstenediona en estrona y la testosterona en estradiol. Su inhibición implica una reducción en los niveles de estrógenos y un aumento relativo de andrógenos como la testosterona.

Vale la pena estudiar con seriedad los perfumes y, sobre todo, exigirles un perfil de calidad y seguridad. Esta labor, sin embargo, supone un vacío crítico, ya que las autoridades carecen de herramientas adecuadas para abordar la actual falta de regulación. A esto se suma el comercio de perfumes artesanales o imitaciones, que son aún menos supervisados. Aunque los perfumes estén llenos de creatividad y tradición, no es negociable la ética de priorizar la salud del consumidor y la protección del medio ambiente. Por tanto, hay que exigir esfuerzos regulatorios y, en el proceso, cuidar las dosis de perfumes que se emplean u optar por fragancias más limpias. No es asunto para tener miedo, pero sí algo a considerar; aunque huelan bien.