Puntos suspensivos

Presidencialismo en México, o la dictadura perfecta

Para el constitucionalista Jorge Carpizo, el presidencialismo mexicano no fue solo una forma de gobierno, sino un régimen político donde el Jefe del Ejecutivo acumuló un poder excesivo, debilitando la democracia y anulando los contrapesos constitucionales.

Ejemplo de ello es que concentra funciones políticas y administrativas importantes, a diferencia de otros sistemas como el parlamentario, donde esas funciones están divididas.

En el presidencialismo existe una división formal de poderes como es el Ejecutivo,     representado por el Presidente; el  Legislativo, por el  Congreso, y el Judicial, por el Tribunal, y están enlazados, pero ninguno por encima del otro.

La elección del Presidente es directa por el voto popular, generalmente cada 4, 5 o 6 años, dependiendo del país, y tiene el poder de nombrar ministros, proponer leyes, dirigir la política exterior, y además es el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas.

Según Carpizo, el presidencialismo real llegó a ser casi una forma de régimen autoritario, sobre todo, en el siglo XX, durante el dominio del PRI, partido que era  controlado por el mismo Jefe Ejecutivo, y que incluía a grupos de diversas facciones revolucionarias del país. E incluso, el Presidente saliente decidía a su sucesor a través del famoso "dedazo", lo que aseguraba la continuidad del régimen y del partido en el poder.

Carpizo no se queda ahí, y señala las virtudes del sistema presidencial, pero critica su deformación en México, donde éste degeneró en una especie de "hiperpresidencialismo".

El presidencialismo en el siglo XX llegó a ser llamado como la "presidencia imperial", de ahí que el mismo escritor Mario Vargas Llosa se refirió al régimen del PRI como la dictadura perfecta, ya que la constitución no permitía la reelección presidencial, pero el régimen de gobierno se basaba en un régimen de partido, a pesar de permitir la existencia de otros, pero de una democracia simulada.

Por su parte, Daniel Cossío Villegas consideraba que la única oposición al PRI surgiría de un grupo disidente dentro del mismo partido, y de forma casi profética, y se cumplió en 1988, cuando un grupo de militantes formó una coalición llamada Frente Democrático Nacional, y postuló a la presidencia a Cuauhtémoc Cárdenas, luego de las elecciones, éste acusó un fraude electoral, culpando al entonces secretario de Gobernación, Manuel Bartlett, donde se favoreció al candidato del PRI, Carlos Salinas de Gortari.

En 1989, este grupo formó el Partido de la Revolución Democrática (PRD), sin embargo, para 1990, el presidencialismo del PRI empezó a entrar en crisis, lo que se reflejó en las elecciones federales intermedias de 1997, cuando el partido tricolor perdió la mayoría de representantes en el Congreso, lo que provocó que el presidente ya no tuviera el apoyo absoluto del Poder Legislativo, dando paso a la alternancia partidista en la presidencia del año 2000, con la llegada de Vicente Fox Quesada.

En otro contexto nos señalan que el presidencialismo latinoamericano corrió en línea paralela con otros fenómenos o realidades: dicotomía centralismo vs federalismo, conservadurismo vs liberalismo, laicismo vs clericalismo, conservadurismo vs liberalismo económico, entre otras. De este modo, el fenómeno del presidencialismo evolucionó o se trasformó en consonancia con demás variables, clarificándose las etapas: federalismo del siglo XIX, federalismo del siglo XX y uno más, el del XXI.

En resumen, la Presidencia de la República es la pieza fundamental del sistema de gobierno de México. De esta manera, si debiéramos caracterizar sintéticamente al régimen político mexicano, sin duda señalaríamos como sus elementos esenciales y paralelos, nuestro acentuado presidencialismo y el régimen del partido dominante.