Sin querer queriendo

humor, ideología y modernidad en transición

Hoy me preguntaron qué pensaba sobre Chespirito (Ch), me recordé que mi nana nos prohibía ver ese programa. La vecindad sociológicamente enfrenta una transición entre lo rural y lo urbano, en la vecindad sus sujetos se adaptan en actitud ante el sistema mundo de la ciudad intentando subsistir desde sus carencias; Ch basa el Chavo del 8 (CHD8) en la vecindad. Él fue un guionista de muchos iconos de la televisión como Capulina (y Viruta) o Chabelo. Cuando incursiona a con el CHD8, construye un imaginario cultural alrededor del cuento; heredero del proyecto de melodrama y comedia del cine de oro mexicano. Ch género junto a esa generación post Cantinflas un nuevo humor moderno ´mexicano´, asumiéndose en lo político y generacional en un México donde, chiste, represión, servilismo, censura y ocultamiento fueron las armas freudianas contra los derechos humanos y el discernimiento.

Sus temas aparentemente cotidianos abarcaron la niñez o infantilización, el juego de palabras, pobreza urbana, la familia moderna desestructurada (recordemos que hoy en 2025, ya no estamos en la modernidad) y, claro, el arquetipo del buen pobre donde, el mensaje parece ser: nunca protestar, aun si todos los días parecen iguales hay que continuar.

Ch mostró dinámicas de vecindad a todo México en forma de comedia de situación. Mientras Luis Buñuel protestó con su filme, Los Olvidados, evidenciando que las condiciones materiales influyen en la vida integral y moral de los sujetos, Ch, a través de la vecindad cuenta la experiencia de la naciente urbanidad latinoamericana, construyendo un espejo mediante el chiste para diferentes tipos de audiencias  en el contexto político de los 70s a los 90s.

En los barrios y vecindades, hay personajes identificables y que básicamente nunca cambian. En Ch a diferencia de Luis Buñuel, los personajes son buenos pobres, difíciles, pero ávidos a cooperar -jamás hablan de política o de sus derechos o de injusticias- y su moral abnegada les permite resolver sus carencias con sentimentalismos, o una torta de jamón, o un regalo, o una fiesta, o unas aguas de sabores (ya Durkheim determinó que la educación era una ampliación del proceso de socialización).

En CHD8 podría analizarse cómo el conflicto existencial, político y económico de quienes habitan la sociedad en la vecindad debería unirlos más, sus rivalidades impiden ver que se necesitan (como ocurre hasta hoy); Ch se inspiró aparentemente en la picaresca cervantina adaptando el antihéroe a lo cómico; cuando un producto cultural es longevo usualmente implica que la realidad simbólica pervive en la cotidianeidad de los imaginarios sociales.

En las narrativas o ideologías, la perspectiva opera a una lógica del gusto, por mucho que pensemos que los productos culturales en la sociedad –sistema mundo- son inofensivos, estos conllevan según quien, y donde se configuren, un simbolismo que, al conjugarse en lo imaginarios de las audiencias, puede modificar o consentir dinámicas sociales (véase el actual neofascismo).

Ch comprendió y pudo leer necesidades político simbólicas que su tiempo y sociedad precisaba, contribuyó a una nueva comedia mexicana donde generaciones ya no se identificaban con la época del cine de oro mexicano; construyó contenidos que reafirmaban la clase social, en el circo y el cuento, el llamado entretenimiento de masas, tomó forma en la comedia moderna mexicana donde lo urbano, lo rural y moderno transición mutaban a promesas democráticas inciertas. Considero que si CHD8 tuvo éxito global fue pertinente a la sociología en LATAM, al guión de la comedia situada y, obviamente al gran carisma de sus actores, pues uno de los liderazgos más naturales son los carismáticos. Sin olvidar que Televisa dominó esas épocas la producción cultural en el televisor. (@osevih).