Urge una revolución educativa en el país

En nuestra colaboración anterior dijimos que la "operación mochila"

En nuestra colaboración anterior dijimos que la "operación mochila", no es la solución para remediar los problemas de violencia que penetra a las aulas escolares. Revisar las mochilas a la entrada de la escuela se nos hace una vacilada porque el alumno violento, formado en la calle, ve en un lápiz con punta, en un compás, en una navaja que trae en sus bolsillos o en un termo metálico un arma para dañar al otro. Esas medidas son tomadas por una burocracia que vive encerrada en sus oficinas.

La violencia que camina por las calles se gesta en los hogares. En aquellos hogares de matrimonios formados por personas que se atrevieron a ser padres cuando no han aprendido a ser HOMBRES y MUJERES: MADRES y PADRES. Son padres y madres porque la biología se los permitió y nada más; pero muchas parejas no tienen la menor noción de cómo educar a un hijo. Por desgracia en el pueblo mexicano existen muchos niños que no reciben la debida atención de sus padres, ni el cariño y el calor paternal que tanto necesita un hijo.

Y el desamor y desatención hacia el hijo, que el dinero no suple, se traduce en rencor y en resentimiento que luego se vuelve delincuencia y que hoy camina por las calles. A ello se le suma un sistema televisivo que estimula, promueve y exacerba la violencia porque eso conviene a los altos intereses creados, ya que un pueblo atemorizado, postrado con la amenaza de la violencia, es más fácil de gobernar.

Hace doscientos años el filósofo Emmanuel Kant, pionero de la Edad de la Razón, señalaba que "...los maestros debemos orientarnos más bien hacia el mejoramiento del corazón. El sistema educativo actual, decía Kant, NO HACE BUENO AL HOMBRE, sólo lo vuelve hábil y comúnmente para el mal. Los sentimientos son más fidedignos que la razón". Y esto lo dijo Kant hace doscientos años.

Años atrás, en el siglo XVII Blas Pascal, gran científico, filósofo y matemático, que logró grandes avances en el cálculo infinitesimal, afirmó que: "El corazón tiene razones que la razón no comprende". Y al explicarnos la filosofía de Pascal, Nicolás Abbagnano comenta: "...la ciencia de las cosas exteriores no puede consolar al hombre de la ignorancia de la vida moral ni en los momentos de aflicción... El hombre 2 debe empezar por sí mismo; el objetivo esencial y primero, decía Pascal siguiendo a Sócrates, es el de conocerse a sí mismo. Pero para este fin la razón no sirve para nada; como guía del hombre, la razón es débil, inútil e incierta", termina diciéndonos el físico matemático.

Por desgracia hoy se sigue definiendo en las escuelas al hombre como un ser racional cuando hace más de un siglo Sigmund Freud probó que el hombre también es un ser profundamente irracional, emotivo: más irracional que racional. Por desgracia hoy se sigue impartiendo en las escuelas una educación racional, conceptual, de enseñanza de las ciencias y, en muchos casos, libresca. Este tipo de enseñanza quizá forme personas muy diestras para un trabajo, quizá forme flamantes eruditos, pero esa educación no vuelve bueno al hombre, nos dijera Kant, ni se ocupa del corazón de los alumnos.

El educador A. S. Neill, autor del muy discutido y comentado libro "Summerhill" y que causó revuelo en los años 60´s del siglo pasado afirmaba que era más importante el desarrollo emocional de los niños que el adelanto intelectual. Decía que un joven emocionalmente sano podía enfrentarse en un futuro a los retos de la vida, sin dejar de crecer en conocimientos. En su otro libro titulado "Corazones, no sólo cabezas en las escuelas", Neill afirma que sin desatender la educación de la mente de los jóvenes se debía poner más atención en la educación de sus emociones y de sus corazones. Se preguntaba: ¿sólo mentes en las escuelas?, ¿es que el corazón no cuenta?

El siglo XX y los años del presente siglo, con sus guerras, sus masacres, genocidios, torturas y campos de concentración, nos muestran que la mente, la razón, es un arma de doble filo: lo mismo crea, construye, inventa y hace ciencia para la felicidad del hombre (por desgracia para una minoría), pero también crea, inventa y hace ciencia para destruir la vida en el planeta: un hombre con un gran cerebro, pero sin corazón, es peligroso. Ese cerebro ha sido capaz de crear un inmenso aparato económico productivo, pero no tiene corazón para hacer la guerra y masacrar pueblos por dinero, o para explotar a miles de millones de terrícolas dejándolos en la miseria, para beneficio de una minoría.

La ciencia por sí sola no es buena ni mala sino los hombres que la utilizan. Gandhi decía: "no estoy en contra de los avances tecnológicos que sirven para satisfacer las necesidades del hombre; 3 estoy en contra de esa tecnología que está al servicio de las ambiciones de algunos hombres".

Y sobre la educación libresca que hoy se imparte en muchas escuelas, Mao Tze Tung criticaba a esas personas que sólo rinden culto a los libros, pero son ajenos a los problemas sociales. Pareciera que Mao se refiriera a esos flamantes doctores que hoy se placean por las universidades con sus egos inflados esperando que les rindan culto pero que son muy ajenos a los problemas de la sociedad.

Al criticar a esos pedantes, ajenos a la práctica e insensibles a la realidad social, Schopenhauer nos dice que: "... viven más de las palabras que de los hechos, frecuentan más el papel y los libros que el mundo real y en su gran degeneración se convierten en pedantes y en hombres apegados a la letra". Y de esos pedantes, poco preocupados por sus alumnos y más por sus egos y sus bolsillos, abundan hoy en las universidades, en los medios académicos e intelectuales que presumen de sus títulos. "Son reconocimientos que unos gusanos de la tierra dan a otros gusanos de la tierra", decía con su acostumbrado sarcasmo don Francisco de Quevedo. Un "licenciao" como el que esto escribe ya no tiene cabida en ese mundo elitista y clasista de doctores y de egos insensibles que, ocupados en "echarse porras" entre ellos mismos, para nada le sirven al pueblo.