Villahermosa, Tab.-
LA LITERATURA COMO ACTO DE FÉ.
- La tarde del sábado 24 de mayo, el calor apacible de Villahermosa se mezcló con el murmullo amable de las letras. En punto de las cinco de la tarde, las puertas de El club del libro perdido se abrieron a una concurrencia entrañable: promotores culturales, lectores apasionados, talleristas, escritores y amigos se reunieron para escuchar al escritor, editor y promotor cultural Jesús Rito García, en una charla que llevó por título "Hablemos de Luvina", organizada por la asociación civil Querer Leer.
El ambiente no pudo ser más íntimo, con la literatura como salvación, como faro, como acto de resistencia. Jesús Rito, con su hablar pausado y su mirada firme, no tardó en conectar con el público. La charla fue más que una exposición: fue un testimonio, una invitación franca a mirar la creación literaria, la edición y la promoción cultural como partes de un mismo viaje.
Desde el inicio, Rito compartió con generosidad su experiencia como escritor y editor.
Habló de sus inicios, de cómo los libros se le revelaron no solo como objetos de lectura, sino como herramientas de transformación, que le llegaron inicialmente a través de la música de Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y otros cantautores que se han encargado de musicalizar y difundir en sus canciones a una serie de poetas consagrados como Pablo Neruda y Federico García Lorca.
Sus experiencias resonaron entre los presentes, varios de ellos también dedicados a sembrar libros en el estado de Tabasco.
Uno de los momentos más entrañables de la tarde llegó cuando relató su visita a San Juan Luvina, el pueblo real que inspiró a Juan Rulfo para escribir el célebre cuento homónimo.
Luvina, ese lugar donde "el viento no cesa", ese territorio del desamparo rulfiano, se volvió una oportunidad de trabajo cultural para Jesús Rito.
Allí, enfrentó la resistencia del consejo comunitario al intentar abrir una biblioteca. Pero lejos de claudicar, aplicó una "estrategia de resonancia histórica": evocó la figura de Benito Juárez y su peregrinar en busca de libros y saberes, desde su natal Guelatao hasta la ciudad de Oaxaca. Esa imagen, la del niño que camina para poder leer, caló hondo y convenció a los escépticos.
La biblioteca fue una realidad.
Para él, promover la lectura no es solo repartir libros; es también encontrar las llaves que abren los corazones. Y en ese sentido, subrayó la importancia de reconocer los gustos y horizontes culturales de cada público.
No se trata de imponer lecturas, sino de ofrecer caminos. Puso como ejemplo el poder narrativo y seductor de autores como Enrique Serna y Eusebio Ruvalcaba, cuyas obras, por su tono irreverente o emocional, han servido para atraer lectores poco habituales. Hay libros que son puentes que llevan al lector de su mundo cotidiano a otros imaginarios, sin violencia, con belleza.
Recordó que su trayectoria no ha sido sencilla. Como muchos escritores independientes, ha tenido que abrirse paso gestionando sus propias publicaciones, fundando proyectos como Editorial Pharus o Abasto de Letras, y convocando actividades como el Maratón de Poesía de Oaxaca, con el solo impulso de la convicción.
También habló de su labor docente en la Facultad de Idiomas de la Universidad Autónoma "Benito Juárez" de Oaxaca, y cómo allí, entre jóvenes de mundos diversos, ha sembrado la semilla de la palabra.
A lo largo de la charla, Jesús Rito intercaló fragmentos de sus propios textos y anécdotas entrañables, en una especie de trenza entre lo personal y lo literario. Mencionó algunos ejemplos de las rutas inesperadas que puede tomar la poesía cuando encuentra ecos en otras geografías. A veces, los libros viajan más lejos que nosotros mismos.
Al llegar al final de la charla, el tono fue de aliento. "No desistan", recomendó con voz cálida, "ni por la falta de presupuestos, ni por la indiferencia institucional. Lean, escriban, compartan". Su mensaje final dejó una estela de energía, como si cada asistente se llevara una brújula interna renovada.
La sesión cerró con la venta y firma de sus libros, donde el escritor, con la misma cercanía con que inició, dedicó ejemplares y conversó brevemente con quienes se le acercaban. Fue un momento festivo, de complicidad entre iguales, de quienes reconocen en la literatura un acto profundamente humano.
La tarde se disolvió lentamente, pero la resonancia de lo dicho se quedó flotando. En cada gesto, en cada testimonio, en cada palabra, la charla de Jesús Rito García fue más que un evento cultural: fue una afirmación de que la literatura aún tiene la capacidad de reunirnos, de conmovernos, de hacernos mejores.