'De los diversos instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro...' Jorge Luis Borges

En las ciudades romanas el rollo de pergamino convivió con las Tablillas de cera romana, y se cree que, de la combinación de estas dos estructuras nació el famoso librito Pugilaris, un libro del tamaño de un puño compuesto por un lienzo de piel plegada en forma de acordeón, que medía 5 cm de alto por 30 centímetros –o más- cuyos extremos estaban cosidos a dos tapas de madera, y todo el conjunto sujetado por una tira

de piel.

De acuerdo con los pocos ejemplares de pugilaris encontrados, en algún momento un copista, dejó olvidado en la mesa familiar un ejemplar que había preparado para copiar unos epigramas, sus hijos pequeños, creyeron que se trataba de un regalo, lo tomaron e hicieron lo normal: dibujaron y escribieron por ambos lados de la tira.

Es muy probable que la reprimenda haya incluido algunos jalones de oreja del enfurecido padre porque en esos entonces el pergamino era muy caro.

Para fortuna de la humanidad, un monje cristiano copto que era amigo de la familia, pasó por ahí vio lo que hicieron los niños, y se llevó el ejemplar a su convento, donde se concentró en una intuición, que primero fue un golpe de imaginación y luego una largo proceso de ensayo y error.

Primero hizo unos cortes en el acordeón para dejar tramos en forma de V, luego metió uno dentro de otro, y para proteger el conjunto, creó una especie de cartera de piel que rodeaba el bloque de hojas de pergamino por sus cuatro lados. A este tipo de libro se le conoce como Libros Nag Hammadi por el lugar donde se encontraron casi mil setecientos años después.

Muchos años después, quizá el mismo monje u otro, descubrió que podía hacer libros con más hojas si juntaba varios monocuadernos, que cosió en la parte del lomo y colocó una tapa de madera en el frente y otra en la parte posterior del cuerpo de hojas, como un sánduich. Los estudiosos lo llamaron códice. La biblioteca de Alejandría fue destruida por cristianos fundamentalistas pero al mismo los monjes cristianos contribuyeron al desarrollo del libro, ya que, para distinguirse de la tradición judía, dejaron de utilizar

el rollo y privilegiaron el monocuaderno y el libro multicuadernos. Dos mil años después, el códice siguió evolucionando y los encuadernadores y escribas medievales ajustaron su presentación y los modos de elaboración; ese proceso no ha parado hasta nuestros días, pues hoy el libro clásico convive con un nuevo tipo de formato: el libro digital, que circula por internet como pdf y libro electrónico. La portabilidad es sorprendente, pues en un celular, en una memoria portátil, en un cd se puede guardar una biblioteca pequeña.

El libro como objeto y como soporte la escritura y la lectura, son los regalos más hermosos que recibimos de miles de personas que vivieron antes que nosotros, y se esforzaron por renovar, perfeccionar y proteger. Por eso los conocimientos de la construcción de un libro son patrimonio de la humanidad. El escritor argentino Jorge Luis Borges, escribió el elogio más hermoso: De los diversos instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones de su brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y de la imaginación.