El 68: Rebelión Global

Para: Emiliano y Beatriz

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 De repente, y como si se hubieran puesto de acuerdo, los jóvenes se negaron a jugar el papel que los adultos les reservaban en los acontecimientos de todos los días. Hubo en aquella conducta disidente toda una gama de modalidades. Los hippies, casi siempre despolitizados, buscaron crear sus propias comunidades eligiendo modelos en místicas orientales o en el pensamiento utópico occidental e inventando todo un estilo de vida: una cultura. Los provos holandeses no preconizaban el amor y la paz y practicaban, en cambio, conductas violentas. Algunos tuvieron el valor, el talento organizativo y la inquietud política para lanzarse a las calles a realizar su utopía y a transformar al mundo. Todos ellos, con mayor o menor intensidad, rechazaban la sorda y mediocre violencia latente en el statu quo.

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 ¿Por qué ese rechazo? Los jóvenes fueron persuadiéndose paulatinamente –algunos por razones ideológicas y otros, ¿los más?, por intuiciones no siempre fácilmente verbalizables- de que algo andaba mal en la estructura de la sociedad y en los vínculos de esa sociedad con las instituciones políticas.  Se hablaba mucho de democracia, pero se practicaba el autoritarismo en la familia, en la escuela, en la calle, en el gobierno, en la estructura económica, provocando un conflicto entre ricos y pobres en el nivel nacional y en el internacional; en el uso que se le daba a la ciencia, como lo había mostrado ampliamente la barbarie de la segunda Guerra Mundial.

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¿A quién acercarse? ¿A los líderes que habían propiciado todo aquello que rechazaban? Los jóvenes acabaron buscándose entre sí, acercándose a sus pares y sensibilizándose, de lo que ocurría en las diversas universidades –norteamericanas, francesas, alemanas- donde los muchachos buscaban un cambio en actitudes y de valores en la sociedad a veces sin acabar de formularlo con demasiada coherencia y otras con enorme audacia creativa. Se trataba de inventar una escuela nueva, una sociedad nueva, un  mundo nuevo: el poder  juvenil quería acercar la imaginación al poder. (…)

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 Uno de los rasgos del movimiento juvenil del 68 fue su difusión universal: “planetaria” se dijo entonces; “globalizadora” diríamos ahora. Lo señalaba Octavio Paz en las primeras líneas de Postdata: “1968 fue un año axial: protestas, tumultos y  motines en Praga, Chicago, París, Tokio, Belgrado, Roma, México, Santiago…”  Y añadía: “De la misma manera que las epidemias medievales no respetaban ni las fronteras religiosas ni  las jerarquías  sociales, la rebelión juvenil anuló las clasificaciones ideológicas”. (…)

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 El movimiento fue tan plural como las circunstancias nacionales. Todo empezó en  Berlín, en 1967. En los Estados Unidos pesaron mucho los derechos humanos de la población negra y, a la vez, la cuestión  de Vietnam: 50,000 norteamericanos habían muerto y los jóvenes querían la paz. Mientras la efervescencia cundía en los campus y en las calles, era asesinado Martín Luther King. En el mayo de París salieron a las calles medio mill establishment de la izquierda desconfiaba de aquella explosión anárquica. En  agosto de ese mismo año entrarían en Praga los tanques soviéticos y poco después se inmolaría Ian Palach en la Plaza de San Wenceslao. Algo nuevo empezaba a gestarse, también en el mundo “socialista”, infiltrado desde entonces por un inusitado aliento libertario. En México, el autoritarismo petrificado del régimen fue impugnado por un brote multitudinario de rebeldía gestado en el corazón mismo de uno de los sectores más beneficiados por el progreso industrializador: los estudiantes universitarios de clase media. (…)

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Por todas partes, en suma, una nueva generación  había salido a la calle a reclamar un sueño: hacer realidad lo que todo hacía parecer imposible.  (…)“Hay que tener la fuerza y el coraje de realizar lo  imposible”.

En México, todo lo que ocurrió en 1968 abrió un cauce, marcó el fin de una etapa y el principio de otra. La aspiración democrática se había expresado desde  antes, pero fue la efervescencia de los jóvenes y la represión  brutal lo que acabó de desenmascarar el rostro torvo e intolerante del sistema. Sin  68 no se hubiera dado, 10 años después, la incipiente reforma política que hoy todavía estamos consolidando y buscando culminar. México, 2 de octubre de 1998.

(*Por considerarlo de interés, reproducimos fragmentos de este texto en donde se intenta una explicación integral de los movimientos juveniles de los años sesenta. El artículo completo puede leerse en el libro Puntos de Referencia 1996-2003, FCE).