Comer los cuerpos para vivir hasta ser rescatados, un testimonio de un sobreviviente del "Milagro de los Andes"

Uno de los rescatados, Roberto Canessa, es ahora un cardiólogo especializado en cardiología infantil

El equipo escolar de rugby Old Christians Club de Montevideo fletó un avión de la Fuerza Aérea uruguaya para viajar el 13 de octubre de 1972 a Santiago de Chile.

Comer los cuerpos para vivir hasta ser rescatados, un testimonio de un sobreviviente del Milagro de los Andes

Pero cuando el avión FH-227D, con 45 pasajeros, atravesaba la Cordillera de los Andes, se estrelló y causó la muerte instantánea de 12 personas.

Otros 17 murieron en los siguientes días, debido a las heridas, a la falta de alimentos y a las duras condiciones a las que se enfrentaron.

HISTORIA IMPACTANTE EN LA AVIACIÓN

El accidente pasó a la historia como "el Milagro de los Andes". uno de los episodios más impactantes de la aviación porque una de las razones de que 16 sobrevivieran fue que se comieron a sus compañeros muertos.

El grupo que resistió fue rescatado 72 días después del evento, en diciembre.

Este jueves 13 de octubre se cumplen 50 años de la tragedia, que ocurrió precisamente un viernes 13.

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No había bomberos, no había ayuda, no había nada.

Uno de los rescatados, Roberto Canessa, es ahora un cardiólogo especializado en cardiología infantil.

El programa Victoria Derbyshire de la BBC lo entrevistó en marzo de 2016, cuando presentó el libro ''Tenía que sobrevivir: cómo el accidente aéreo en los Andes inspiró mi vocación para salvar vidas''.

No podía creerlo. Miraba a mi alrededor y todo era un desastre. Algunos amigos estaban muertos, otros estaban heridos, sangrando, algunos tenían pedazos de metales incrustados. Me dije que tenía que salir de ahí, que la policía iba a llegar, que las ambulancias iban a llegar, los bomberos, así que fui a la cola del avión.
El avión estaba partido y cuando salí a la nieve, me sentí muy triste porque estábamos en medio de las montañas, rodeados de un silencio inmenso. No había bomberos, no había ayuda, no había nada.

SE ALIMENTARON DE CARNE HUMANA

  • Alguien en un momento dijo: "Creo que me estoy volviendo loco, porque estoy pensando en comerme los cuerpos de nuestros amigos".

Le respondieron que era una locura, que no lo iban a hacer, que no se iban a volver caníbales.

Para mí fue muy difícil invadir la privacidad de mis amigos y cortar una parte de sus cuerpos. Sentía que de alguna forma estaba violando su intimidad.
  • Alguien dijo "bueno, si Jesucristo dijo en la Última Cena 'tomen mi cuerpo y mi sangre', está bien".
Pero para mí no era la Última Cena. Aunque luego me pregunté qué "pensaría" yo si fuera uno de los cadáveres. Estaría orgulloso de que mi cuerpo sea usado por mis amigos para vivir. Hoy siento que tengo una parte de mis amigos dentro de mí y tengo que ser agradecido con su memoria.

Comer los cuerpos —para vivir lo suficiente hasta ser rescatados— fue lo más difícil para algunos que para otros. 

Roberto Canessa muchas veces ha pensado que fue como un experimento humano. Luego se volvió común hacerlo, compartir la carne entre los sobrevivientes.

Solidaridad

Las familias (de los fallecidos) los apoyaron, no les importó lo que había pasado con los cuerpos, les importaba lo que había pasado mientras estuvieron vivos.

Es curioso porque en esta historia creo que hay dos versiones. La manera en la que vivimos, comiéndonos los cadáveres no fue lo más difícil. La gente dice "ah, ustedes sobrevivieron porque se comieron los cadáveres", como si hubiera sido una fórmula mágica.

Pero comer los cuerpos solo fue ganar tiempo, pues una de las cosas que los ayudó a interactuar fue que eran un grupo, habín crecido juntos.

Sobrevivimos porque fuimos un equipo, trabajamos juntos, nos ayudábamos. Sobrevivimos porque salimos de las montañas, caminando, durante 11 días.
  • "Lo único que teníamos era la vida y decías "voy a mantener esto y ver qué pasa, contra todas las probabilidades".
Cuando estaba en las montañas y veía a mis amigos muertos, sabía que yo podía ser el siguiente y me di cuenta de lo frágil que era la línea que separa la vida de la muerte. Así que desde entonces disfruto más de vivir, de hecho.


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