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La dieta turkana y su influencia en la adaptación humana en Kenia
COMEN LO QUE NOS ENFERMA
Mientras los nutricionistas occidentales alertan sobre los riesgos de las dietas altas en grasas saturadas, en las áridas llanuras del norte de Kenia, el pueblo turkana ha demostrado durante milenios cómo la evolución puede moldear la adaptación humana.
Bajo un sol intenso, esta comunidad prospera consumiendo casi exclusivamente leche, carne y sangre de su ganado, alimentos que para cualquier occidental serían un riesgo cardiovascular.
Cada día, las mujeres turkana recorren varios kilómetros cargando agua, mientras hombres y mujeres crían ganado en tierras escasamente vegetadas.
Para ellos, esta dieta y estilo de vida no solo son normales, sino esenciales para sobrevivir. Como explica el biólogo Julien Ayroles, "si nosotros siguiéramos la dieta turkana, probablemente enfermaríamos rápidamente, pero ellos llevan generaciones adaptados a estos alimentos".
Adaptación genética: el gen STC1
Investigadores, con la autorización de la comunidad y sus ancianos, analizaron más de 5,000 voluntarios turkana, secuenciando 367 genomas completos.
Descubrieron ocho regiones del ADN bajo selección natural, destacando especialmente el gen STC1, activo en los riñones y clave para retener agua en condiciones de deshidratación. Este hallazgo explica cómo los turkana pueden caminar 10 km diarios a 38 °C y mantenerse saludables.
Experimentos con células renales humanas confirmaron que el gen STC1 se activa al recibir señales de escasez de agua, ayudando a conservar líquidos y protegiendo los riñones frente a dietas ricas en purinas.
- A pesar de que alrededor del 90 % de los pastores estaban deshidratados, su salud general era excelente y enfermedades como la gota prácticamente inexistentes.
Se estima que estas adaptaciones comenzaron hace entre 5,000 y 7,000 años, durante la aridificación del Sáhara y la expansión del pastoreo en África Oriental.
El desajuste evolutivo
Sin embargo, la adaptación puede convertirse en un desafío. Desde la década de 1980, sequías y hambrunas obligaron a muchos turkana a mudarse a ciudades, cambiando su dieta a cereales, harina y azúcar.
En comparación con los rurales, los turkana urbanos muestran menor eficiencia renal y mayor actividad en genes relacionados con estrés e inflamación, aumentando el riesgo de enfermedades crónicas como hipertensión y obesidad. Este fenómeno se conoce como "desajuste evolutivo": ventajas genéticas pasadas que se vuelven desventajas en un entorno nuevo.
Investigación colaborativa
El estudio, resultado de casi una década de colaboración entre instituciones africanas y estadounidenses, involucró a investigadores, ancianos y líderes turkana para conectar la genética con estrategias reales de supervivencia. Los hallazgos se compartirán mediante un pódcast en lengua turkana y se planea ampliar la investigación a otras comunidades pastorales del este de África.
En un mundo afectado por el cambio climático, la genética turkana ofrece una ventana única para entender cómo los humanos podemos adaptarnos y resistir condiciones extremas de calor.

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