Obstáculos en las finanzas internacionales, luego de la crisis del 2008

El creciente endeudamiento complica las finanzas nacionales

LAS FINANZAS.- El sector financiero ha crecido como nunca en los últimos años; sin embargo, una década después de la crisis mundial de 2008, todavía no se ha logrado prescindir de estímulos monetarios antirrecesivos.

Obstáculos en las finanzas internacionales, luego de la crisis del 2008

 

Uno de ellos, reside en las deficiencias de los sistemas de pensiones, las tasas de interés tan bajas que hace necesario recurrir a las bolsas de valores y asumir los niveles correspondientes de riesgo o bien recargar las cuentas públicas.

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La crisis en 2008 condujo al ascenso incesante del endeudamiento de los gobiernos del que no escapan los del Primer Mundo. El coeficiente deuda-producto sube más de 25 puntos en los Estados Unidos entre 2011 y 2020; en Japón se duplica su producto y en la zona europea, excepto Alemania, asciende con bastante celeridad.

Otro tanto ocurre en los países en desarrollo intermedio, problema luego complicado, por la paralización parcial del intercambio internacional o por la pandemia del coronavirus.

DEBILITA EL PODER ADQUISITIVO

El quantitative easing de los países avanzados ha sido una arma antirrecesiva importante al fortalecer la demanda y favorecer la liquidez del sistema financiero; cabe notar, sin embargo, que, en vez de vigorizar directamente el poder adquisitivo de la población, toma el camino indirecto de crear liquidez, abatir las tasas de interés y alentar el crédito mediante la compra por parte de los bancos centrales de activos financieros.

Se confía en que la banca acreciente el flujo crediticio y que empresas y familias estén dispuestas a gastar y endeudarse. Frente a esto prevalecen condiciones favorables de otra crisis detonada en los países pobres. Al respecto, se multiplican los planteamientos que proponen desde el diferimiento del servicio de la deuda, hasta esquemas ambiciosos de compra de los pasivos de los países pobres por las economías superavitarias.

A ese panorama se añade la marcada desigualdad en la distribución y la escasez del financiamiento al desarrollo que se comprime globalmente desde 2010. La atención de la pandemia acelera el cambio en las estrategias de las naciones industrializadas. Al principio, se dio preferencia al uso de los instrumentos de la banca central, mediante la monetización de los déficits públicos; más adelante, se incluye la compra de valores empresariales.

En ese proceso, se abatieron las tasas de interés, incluso hasta tornarlas negativas con fines de estimulación monetaria o de reducción del servicio de la deuda gubernamental. Cabe admitir, sin embargo, que esas acciones pierden algo de su eficacia cuando las tasas de interés se aproximan a cero o se tornan negativas.

RETORNO DE LA POLÍTICA FISCAL

En circunstancias críticas, difíciles, los gobiernos recurrieron a la acción fiscal directa, cuando reducen los impuestos empresariales -recuérdese la reforma de Trumpo, sobre todo, cuando amplían deficitariamente sus gastos. En materia hacendaria, hay costos asociados a la globalización.

La competencia llevada a los sistemas tributarios deviene en limitaciones a la progresividad impositiva e inclusive justifica desgravaciones. Ambas medidas persiguen dar incentivos a las empresas o lograr preferencias en la atracción de inversiones foráneas. De su lado, las empresas transnacionales y los fondos financieros ubicados principalmente en los paraísos fiscales -poseedores de alrededor del 8 por ciento y el 10 por ciento de la riqueza de los países-, ocasionan cuantiosas pérdidas en los ingresos tributarios.

En 2014, Zucman estimó la evasión tributaria de ese origen en 190 miles de millones de dólares anuales. Con todo, la política fiscal recobró vida frente a los problemas que había dejado vivos la crisis de 2008. En septiembre de 2020, gastos fiscales extraordinarios ya anunciados, suman algo menos del 10% del producto global.

Los países industrializados con amplios espacios de acción económica y política comprometieron más o menos esa cifra. Los países en desarrollo siguen la ruta del Primer Mundo, elevan de inmediato sus apoyos fiscales alrededor del 6 por ciento del producto.

Entre 2012 y 2020, los saldos de la deuda bruta de los gobiernos han pasado del 80% a casi el 100% del producto mundial con un brinco importante en el último año. Desde 2008, con la única excepción de Alemania, la deuda gubernamental de las zonas industrializadas crece más que su ingreso presupuestario.

En el mundo en desarrollo esa deuda pasó del 37% al 62% y la correspondiente a las naciones menos desarrolladas del 29% al 48%. Hasta hace poco, el ámbito de la política presupuestaria estuvo constreñido por las resistencias de impopularidad a elevar impuestos en circunstancias depresivas y sobre todo frente al temor de generar inflación.

Sin embargo, al abatirse ésta última y acentuarse los apremios al gasto, se abrazó la acción fiscal anticíclica, sin abandonar la de índole monetaria. (Continuará: Reformas necesarias globales y nacionales)



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