¡Nada, absolutamente nada!

¡Nada, absolutamente nada!

Tabasco pasó desapercibido en el Plan Nacional de Desarrollo del aún presidente de México, Enrique Peña Nieto, de quien su sexenio está por a expirar en escasas cuatro semanas de aquí al 30 de noviembre próximo; vaya ni siquiera cumplió con lo comprometido en campaña, rubricado en la fe de del notario público número 27, Gerardo López-Conde, ante miles de tabasqueños que por voluntad propia y/o acarreados a la usanza priista le vitorearon aquel 14 de mayo de 2012.  

Las palabras son sólo eso cuando no se materializaron lo pactado con las masas, esas expresiones que plantearon compromisos entonces ante una muchedumbre arremolinada en la plancha de la Plaza de la Juventud de la Ciudad Deportiva, a la que nunca le cumplió.

Si bien el Ejecutivo de la República en funciones afirma haber concretado en los hechos a los mexicanos el 90 por ciento de 266 sus compromisos notariados, para el caso de los tabasqueños es muy desafortunado es que entre ese otro 10 por ciento no les correspondió el privilegio que se diesen alguno de los suyos.

A esta entidad el entonces candidato presidencial sólo le miró en elecciones con el propósito de que pudiera obtener los mayores votos posibles en pro de sumarlos a su victoria en las urnas. Pero durante el discurrir de su gestión sólo estuvo en la localidad, por las coyunturas y no para inaugurar una obra de trascendencia social y económica de mirar por un auténtico bienestar sustantivo.

“Será mejor para Tabasco tener un presidente aliado, un gobernador aliado y un presidente municipal de Centro y de todos los municipios de Tabasco, que trabajemos en un solo frente común para dar mayores beneficios al pueblo de Tabasco”: Enrique Peña Nieto en sus palabras que no pasaron de la retórica.

No se conoció proyecto ejecutivo alguno en cuanto a los seis distribuidores viales que prospectó; a saber, entre las avenidas Ruiz Cortines, Usumacinta, Paseo Tabasco, Universidad y las calles Mina y Madero. Aún menos las complementarias obras hidráulicas de protección de una entidad golpeada por las inundaciones, incididas también por el cambio climático.

No hubo tampoco una firme voluntad porque su administración pública se ocupara por atender con oportunidad la problemática de crisis económica derivada en escalada de cierre de empresas y fuentes de trabajo en todos los sectores del ámbito económico y no sólo de la industria petrolera, como consecuencia de la parálisis por la renta de la mezcla venida a menos.

El barril del hidrocarburo incluso se cotizó para el 15 de enero de 2016 en los 20.70 dólares luego de que lo recibiese el uno de diciembre de 2012 en 97 dólares, revalorizado en la volatilidad al 24 de octubre hasta los 71.40 dólares, información estadística de coyuntura del Banco de México.

No hubo acciones concretas de políticas públicas en cuanto al plan emergente y de mediano plazo de reactivación económica apalabrado el cinco de mayo de 2016 en Dos Bocas, Paraíso, Tabasco; ante la presencia del gobernador Arturo Núñez Jiménez, quien por los efectos de pérdida de la renta petrolera reflejada también en ingresos el erario solicitó el auxilio de la federación. Allí estuvo además todo el gabinete económico de la administración pública federal.

Tampoco hubo resultado alguno de la pretensión porque las secretarías de Hacienda y Economía, en coordinación con el gobierno de Tabasco, promovieran la creación de recintos fiscalizados estratégicos para facilitar el desarrollo industrial en el estado, y diseñaran también un innovador programa de desarrollo productivo para la región.

Ni Pemex ni Nacional Financiera trabajaron con grandes contratistas para que participaran en un programa de factoraje y se atendiese a toda la cadena de proveeduría, adicional a las acciones emergentes para la reactivación económica de las micro, pequeñas y medianas empresas, lo mismo que facilidades temporales, tanto fiscales para el Impuesto sobre la Renta e IVA, como en cuotas del IMSS e Infonavit.

Sólo así se le incorporó a Tabasco entre las entidades beneficiarias de las Zonas Económicas Especiales, entendidas como instrumentos de desarrollo económico que plantean, a partir del aprovechamiento del potencial productivo y los recursos de una región, la creación de polos industriales que fomentase el desarrollo regional y local dentro de las fronteras de un país, copiado del modelo de Irlanda de 1959.

En territorio tabasqueño, sin embargo, a la fecha no se le ha hallado viabilidad alguna a esa suerte de Zona Económica Especial que hoy está en el ojo del huracán ante el cuestionamiento y presunción de corrupción denunciada por el gobernador electo, Adán Augusto López Hernández.

El repudio

Duda alguna no la hay que el Presidente Enrique Peña Nieto ha sido objeto de un mayor repudio en el estado de Tabasco, ante el incumplimiento de los compromisos que le motivaron a los 346 mil 183 tabasqueños que, se sumados a los 19 millones 158 mil 538 que, en el país, votaron por él para llevarlo al cargo, estadística oficial del entonces Instituto Federal Electoral correspondiente al proceso electivo del uno de julio de 2012.

El mal humor es aún más evidente entre los tabasqueños porque se le defraudó con el incumplimiento de aspirar a unas mejores condiciones en la calidad de vida, consagrados en el texto de la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos.

Para nada, nunca será una obsequiosa gratuidad de quien se le mandató para procurar el bien común, al que está obligado proveer incluso a los 2 millones 395 mil 272 ciudadanos quienes según la estadística intercensal 2015 del INEGI cohabitan en Tabasco. 

La discriminación y desdén socioeconómico a esta entidad es claro, pese a que de aquí se obtuvo importante aporte al Producto Interno Bruto, y no sólo del petróleo que aún en la crisis se le continuó explotando del subsuelo y en aguas someras de las costas.

Bitácora

Más castigada no podría estar la condición socioeconómica de los tabasqueños. Con el arribo del paisano en medio de la kakistocracia lo que venga será para bien.

eduhdez@yahoo.com