… Y viene lo peor

El pequeño gran problema de la clase política cogobernante mexicana es justo su inseguridad respecto de las capacidades institucionales y de sus perfiles para competir

El pequeño gran problema de la clase política cogobernante mexicana es justo su inseguridad respecto de las capacidades institucionales y de sus perfiles para competir por cargos de elección popular, ejecutivos y legislativos; cuando unos son más que otros en nombres se olvidan del juego limpio para inducirse a lo ilícito, desacreditar al contrario para favorecerse de esa mala imagen. La evidencias más recientes son los videos que tiene enfrentados a los antagónicos en la puja por el 2021.

Para nada será un día de campo sino literalmente la madre de todas las elecciones trascendida a una sucia guerra que se tendrá el  seis de junio de 2021, fecha en la que por voluntad popular se renovarán con precisión 3 mil 526 cargos; en 30 estados para congreso, excepto Coahuila y Quintana Roo; en 30 para presidencias municipales y/o alcaldías, excepto Durango e Hidalgo; además de 15 gubernaturas y los 500 diputados federales.

Indudable que es mucho el desbordado poder gubernamental que está en el juego del ajedrez electoral como para tener la incesante tentación de hacerse del mismo, sólo que a la mala. Porque la competencia limpia no la conocen ni la quieren conocer. Lo suyo es jugar rudo exhibiendo sus mezquinas miserias. Aún más de quienes hoy y antes han sido poseedores del mando gubernamental que buscan mantener con los muchos privilegios.

El hilo negro data de hace mucho, no tiene por qué espantar a nadie. La voluntad popular ha visto mucho y lo venga sólo le confirmará ser rehén de una enfermiza borrachera de poder, sin el cual aquellos nada son, a merced de quien más posee.  

Las disputas ya las hay de inicio al interior de los partidos para elegir, por el método afín, a sus candidatos y candidatas. Hay unos que tienen más méritos y otros que menos, igual más y menos reputación. La ambición es ciega.

El rejuego interno de pretender imponerse uno sobre el otro por hacerse de la candidatura empiezan con las patadas debajo de la mesa, nadie quiere salir rapado y sí sacar ventaja, a costa de violentar el método de elección interna y también la constitucional, ya en campaña con los adversarios de los otros frentes.

El conflicto existencialista de la clase política cogobernante se origina de un ancestral legado de competencia electoral que no les permite comprender los principios constitucionales de la democracia. Y a quienes sí conocen sus implicaciones hacen como que no entienden, porque en su lógica retorcida van a la puja decididos a ganar con el cuchillo entre los dientes.

La inseguridad propia y el temor por verse superado por el adversario les conduce a lo ilícito, a los actos fraudulentos que están acostumbrados a hacer desde antaño, engendrado por aquel régimen que durante 71 años tuvo el monopolio del poder y de ello se contaminaron los demás. No confían ni en su sombra.

Quienes ahora están en posesión del mando predominante en el encuadre de la geopolítica mexicana se aferran a no perder el control y quienes alguna vez lo tuvieron ahora desde la oposición buscan arrebatarles parte de las posiciones, con la mirada al dos de junio de 2024, cuando se renovará el cargo de Presidente de la República.

Son los partidos políticos los que tienen la peor reputación entre el colectivo social, un repudio del 76.15% según la más reciente encuesta llevada a cabo por MCCI-Reforma en la última semana de agosto de este 2020.

Habrá que aguardar una previsora asimetría en la voluntad popular de abstencionistas y votantes entre los 91 500 mil 459 de electores inscritos en el listado nominal del INE con corte al 30 de junio,  convocados para elegir a sus autoridades de gobierno. Incluso en los 15 estados que elegirán gubernaturas.  Qué tan legítimos serán los elegidos se sabrá de manera preliminar el 6 de junio, a espera del resultado oficial.

Las anticipadas campañas a estas alturas están enfiladas con toda la velocidad máxima para articular el triunfo electoral cimentado en exhibir al contrario ante la voluntad popular que les elegirá de aquí a los 278 días que distan a la jornada de votaciones.

Transitados de los amagos entre los de la 4T y  conservadores mostraron ya qué tan sucio será el proceso electivo ya en campaña, inauguradas con los videos, teniendo por ariete a Emilio Lozoya Austin como el ícono de la corrupción neoliberal.

La Fiscalía General de la República es sólo espectadora y servil que debía tener celosamente a resguardo los videos en los que sólo personal de conservadores aparecen con  fajos de billetes en bolsa, seguido por la declaración íntegra del ex director de Pemex, cuando se entiende que sólo la “autónoma” autoridad jurisdiccional es poseedora de toda esa documentación confidencial en el juicio a un delincuente de cuello blanco.

Los conservadores, evidentemente vistos como los adversaros al acecho, se entiende filtraron  su video en el que Pío López Obrador recibe un sobre por parte de David León, funcionario actual del gobierno federal.

Nada creíble que aportaciones de militantes y simpatizantes le hallan confiado a un emisario un monto que rebasa los límites permisibles de donaciones individuales destinados a campaña de un partido, incluso sin  reportar en informe financiero al INE que iniciaría un procedimiento sancionador; y a la Fiscalía Especializada para Atención de Delitos Electores, autónoma en sus funciones, a hacer lo suyo.

Independiente de que sea mucho o poco, en ambos casos se tipifica como corrupción, la misma que el presidente Andrés Manuel López Obrador tiene por política combatir desde su gabinete.

Bitácora

Donald Trump, torpe en su anárquica gestión, ve cada vez más lejana su reelección, otra vez acusando a la mexicana un fraude en votaciones del 3 de noviembre.

eduhdez@yahoo.com