2018 presidencial: el fracaso de la experiencia independiente

2018 presidencial: el fracaso de la experiencia independiente

* Ciudadanía y política formal: grietas, malos hábitos 

* Margarita Zavala: aroma partidista y ambición de poder    

* Jaime Rodríguez: norte, bravuconería y ocurrencias.

MÁS ALLÁ de cómo termine la contienda presidencial 2018, se ve  ya una idea lastimada: las candidaturas independientes o candidaturas sin partido. Fracaso doloroso en México, por las adversas circunstancias de participación autónoma en política. El costo futuro puede ser mayor: la idea, renovadora y fresca en la arena mundial, aquí no prendió. Por el contrario, enfrentó límites burocráticos, pero sobre todo culturales.

Margarita Zavala se retiró antes del segundo debate (mayo 22), atropellada por contradicciones, ausencia de estructura territorial y magros recursos. Fue losa pesada para la única mujer en la contienda, que se desvaneció con cierto decoro al ver que no pintaba. Por su parte, Jaime Rodríguez Calderón mantuvo la candidatura con polémicas legales. Su porcentaje de preferencias es apenas de 2 a 3%.

¿Qué perdieron Zavala y Rodríguez (El Bronco)? Sus proyectos políticos –si los hubo- caerán en el olvido, aunque ellos van por la sobrevivencia personal.

En Tabasco, por diversas razones, dos aspirantes independientes (Oscar Cantón y Manuel Paz), terminaron en los partidos y un tercero…es Jesús Alí.

¿Qué perdió México con el fracaso de esas candidaturas? En sentido colectivo, el costo es alto: se perdió una noción dinámica de democracia participativa, con la vinculación ciudadanía/política formal, oro molido en América Latina.            

Veamos el colapso de las candidaturas independientes en la elección presidencial. Para otras modalidades (senadores, diputados, gobernadores, alcaldes), sólo diremos que el escenario es sombrío: se cuentan con los dedos de una mano las experiencias exitosas. Hay una idea lastimada que merece ser pensada de nuevo.          

TRAMPAS DE LA IDENTIDAD

MARGARITA Zavala, en 2017 aparecía en las encuestas de presidenciables como segundo o tercer lugar, sólo detrás de AMLO y Miguel Ángel Osorio Chong, en ese entonces titular de Gobernación. Era la mejor posicionada del PAN. Le seguía cerca el poblano Rafael Moreno Valle y, más lejos, Ricardo Anaya. Como dirigente nacional del PAN, Anaya emparedó a sus contrincantes para lanzarse a una polémica alianza con el PRD y Movimiento Ciudadano. Fue un sismo en el blanquiazul, que hasta ahora se vislumbra con números netos, pues si Anaya logra un 25% de preferencias cosechará el voto duro panista. Magra cosecha.

Lo que no pudo prever Margarita, al dar el salto como candidata independiente, fue que la base panista no se movería con ella, a pesar del sismo provocado por las alianzas de Anaya. En ese salto, Margarita perdió credibilidad política. Su trayectoria panista la delataba. En las preferencias electorales, después de rondar el 25% como carta panista, se desplomó a menos de 5% con la etiqueta de independiente. No lo era, en realidad. Precisamente, se trataba de una etiqueta, no de una trayectoria por fuera de los partidos políticos. Como ejemplo de un trayecto diferente, citemos al polémico Donald Trump en los Estados Unidos. Pueden mencionarse muchos rasgos negativos de Trump, pero no que su trayectoria política previa fuese partidista. Se trató de un empresario metido a la política. Su incorporación en 2016 al Partido Republicano llevó un aroma independiente a la política partidista, lo que no ocurrió con Margarita, que llevó un aroma partidista a las candidaturas independientes. Los efectos de un “independiente” sin proyecto y sin respaldos institucionales es otro tema.

El caso de Margarita Zavala es significativo por lo que toca a la ambición de poder, tentación permanente en dinastías familiares de México: los Hank, Del Mazo, Salinas, de la Madrid, Fox Sahagún, Zavala Calderón. “Te ganaré en la boleta”, anunció Margarita a López Obrador el día de su renuncia al PAN para lanzarse a la aventura independiente. Ahora en la boleta presidencial es un casillero vacío.         

LA MANO DEL NORTE

JAIME Rodríguez Calderón, con 20 años de PRI a sus espaldas, tampoco llevó aire fresco a las candidaturas ciudadanas. Hizo de su triunfo estatal  (gobernador en Nuevo León con el sello independiente) un cúmulo de expectativas que nunca aterrizaron. ¿Motivo dominante? Su desconocimiento de realidades sociales del centro y sur de México. Activo usuario de Facebook, el Bronco hizo de su campaña un proyecto primermundista de tecnología e iniciativa privada, sin tomar en cuenta las zonas marginadas del país. Pensó que todo México es el Monterrey industrial. Error de perspectiva que lo sentenció a estancarse electoralmente.

Otros dos elementos propiciaron el fracaso de Rodríguez Calderón como candidato presidencial: 1) la política como bravuconería y 2) la política como ocurrencia. En el primer caso, dado su pasado priista, la descalificación de los candidatos rivales (“la tercia maldita”) por representar a partidos políticos, sonó a intolerancia contradictoria. En el segundo caso, pasará a la historia por la propuesta literal de mochar manos a los ladrones, en un exquisito retorno a tácticas disuasorias medievales. La mutilación como modernidad legal.

Más allá de los juegos de manos, esta polémica candidatura independiente se articuló -con enjuagues legales- para quitar votos al independiente con logotipo: López Obrador (Morena aún no es un partido).

Frente a la historia de un sistema arrinconado, habrá que repensar la democratización del poder

 (vmsamano@yahoo.com.mx)