2023: el paisaje antes de la batalla

Se acaba 2022. Se acaba el cuarto año del gobierno de Andrés Manuel López Obrador

Se acaba 2022. Se acaba el cuarto año del gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Se acaban también las esperanzas de una oposición que, para estas fechas -y como resultado de la combinación letal entre el desgaste natural que  sufre cualquier gobernante y el bombardeo mediático implacable, masivo y constante en su contra esperaba ver al Presidente débil, disminuido, derrotado.

No pudo, pese a que echó toda la carne al asador, la derecha con él. Fracasaron los conservadores en las urnas, en las calles y en los medios. La manifestación en “defensa del INE”, que consideraban como un “punto de inflexión”, su éxito histórico de convocatoria, resultó eclipsada, casi de  inmediato, por la marcha del 27 de noviembre y fallaron, una a una, todas sus profecías apocalípticas.

México no está gobernado por un tirano, tampoco está al borde del abismo social y económico y menos todavía es, como ellos pretenden, un país partido en dos. Es cierto; son muchas y muchos los que no quieren a López Obrador y están en contra de la 4ª Transformación y son, además, muy estridentes, pero no son los suficientes para inclinar la balanza a su favor. Y es que, aunque sean millones las y los conservadores, son apenas un tercio de la población.

La mayoría ciudadana, esa cuya voluntad, podía ser doblegada antaño -con relativa facilidad- por los medios de comunicación masiva hoy ha demostrado una inédita independencia frente a los mismos. También en ese sentido, con esta “Revolución de las conciencias” como la llama López Obrador, se escribe en México la historia política. No sólo se ganan elecciones contra los medios; se puede gobernar a pesar de ellos y esto no sucede en ningún otro país.

Como tampoco han sucedido, en el mundo, revoluciones pacíficas y democráticas, como la que vivimos, y en la que no se restringen, de ninguna manera, y como suele y debe hacerse en cualquier proceso revolucionario, las libertades y los derechos ciudadanos. Descolocada ante este hecho inédito ha quedado la oposición en México.

Vacío su discurso, invalidados sus instrumentos de control se la pasa dando palos de ciego.

Los linchamientos que organizan periódicamente la derecha y sus voceros, las andanadas de noticias falsas, las campañas de mentiras y las acciones de propaganda negra que lanzan -con ese tufo propio del más anacrónico anticomunismo- infectan solo a ese mismo sector minoritario al que ya no haría falta convencer. Las viejas recetas desestabilizadoras fracasan ante una mayoría ciudadana que, como diría el poeta español León Felipe, ya se “sabe todos los cuentos”.

¿Qué le van a contar del viejo régimen autoritario y corrupto, las y los líderes de opinión, a esa mayoría que, por décadas, lo sufrió en carne propia? ¿Cómo van a convencerla de volver a votar por quienes masacraron y saquearon a este país? ¿Por quienes consideran limosnas a los programas del bienestar? ¿Por qué las y los ciudadanos habrían de pronunciarse por volver al pasado e ir en contra de sus propios intereses?

Muy dura -y ahora sí decisiva- será la batalla política que comenzará a librarse en 2023. Más conscientes que nunca, menos a merced de los medios y líderes de opinión o de publicistas y charlatanes, llegarán las y los mexicanos a esta nueva cita con la historia.

Esta libertad, esta nueva soberanía ciudadana -que la derecha conservadora ni aprecia, ni entiende y en la que reside la fortaleza de López Obrador- será, estoy seguro, la que incline, de nuevo, la balanza en contra de cualquier intento de restauración del viejo régimen y a favor de la continuidad del proceso de transformación del país.

@epigmenioibarra