A LOMO DE DINOSAURIO

Entre las más recurrentes para ser aceptadas está la última

Existen diversas maneras de medir la realidad. Una es a través de las opiniones, otra más por medio de las estadísticas; otra más, la evidente realidad materializada en infraestructura.

Entre las más recurrentes para ser aceptadas está la última. Pero algunos se resisten al hecho de que puedan existir avances materiales medibles y demostrables. A veces las opiniones se quedan en la deformación de los hechos y de las palabras; es ahí donde los ciudadanos deben poner énfasis, y sobre todo asumir lo que lee… que no se tiene siempre la última palabra.

Recientemente en algún diario, en su modo digital se publicó la opinión de un comunicador que continuamente critica al actual presidente López Obrador. Está en la libertad de hacerlo en la medida que tiene la libertad para ello, aun cuando lo tache de “delincuente”, “pandillero”, o bien de que no tiene la talla de ser Presidente, sin la capacidad de serlo. Argumenta que se quedó estancado como líder social tendiente al chantaje para lograr lo que quiere.

Debe ser que a modo del contexto se formó el liderazgo, sobre todo se nota la medianía del comunicador, en el sentido de que puede escribir desde su cómodo asiento, pero ignora la realidad de un país y el  liderazgo en los diferentes ámbitos en que el poder se dirime.

Es una evidencia el enfoque, la negociación y  los modos, las maneras en que se abordan los estilos de liderazgo y de asumir el poder. Cuando se piensa que deben ser amables, debatibles (lo cual nunca falta), y en un contexto casi aséptico, es en ocasiones irreal, máxime cuando el entorno está determinado por las agresiones constantes con la que se tratan los actores sociales.

El Iracundo  López.

Pero si hay algo en lo que hace énfasis, es en la ira. Afirma que tenemos un presidente iracundo, victimizado. Bueno, en realidad desde el momento en que los que emiten su opinión lo ponen así, pues ya están dando la pauta. Pero entonces el manejo de la ira, de las emociones y de la autocontención personal (gobernabilidad) debe empezar por quienes son objeto del odio. Es evidente que no se trata de un robot, mucho menos de alguien carente de emociones, me refiero al gobernante en turno. Es pura lógica humana, quién podría no responder a un continuado ataque, sino es con el mismo calibre.

Como escribiría Pablo Neruda “…azotado por daño incesante” (Galopa Murrieta), nadie se queda impávido ante las agresiones, y en la formación de AMLO estriba el derecho a la defensa, dentro de la lógica más elemental se asume. “Es que es Presidente, debe ser mesurado..”  se argumenta. Mesurado no son los ataques, mucho menos esa batalla que se está librando intestinamente, desde los pasillos, desde las oficinas, desde la vida misma en que ha calado la actual  administración pública.

El dinosaurio aquí sigue, no se ha muerto del todo, prevalece obstaculizando el camino, y los morenistas van a lomo de dinosaurio (hasta como si fuera un Dinosaurio de Troya), ni siquiera pensar en la defensa de su líder. Están tan ocupados en dirimir a quién le toca ocupar qué, y se olvidan del verdadero trabajo como que partido en el poder deben llevar a cabo. Prefiero al iracundo López que a alguien blando que no le pueda plantar cara a muchos frentes abiertos con los que le corresponde medirse.

Y a los opinadores que anhelan el anterior México: que salgan de sus oficinitas y paseen por la vía de la realidad. El país no está para cerrados, obtusos, y continuadores del anterior régimen. Cambio es cambio, y nunca es fácil quebrar el ritmo de la displicencia, de la aceptación pagada, de los privilegios, siempre les va doler. Razón y emoción viven en un solo cuerpo, entonces, ¿para dónde?