OPINIÓN

A Propósito de la Reforma Energética
08/10/2021

La propuesta de reforma energética del presidente López Obrador ha revivido un debate que emergió en la década de los 80

La propuesta de reforma energética del presidente López Obrador ha revivido un debate que emergió en la década de los 80, cuando la globalización económica vivía su primera etapa y, en México, llegaba al poder un grupo de políticos que rompía el molde tradicional de los líderes priístas de larga trayectoria partidista, socializados en la disciplina férrea y con formación mayoritariamente abogacil, adquirida principalmente en la Universidad Nacional Autónoma de México. El ascenso de Miguel de la Madrid a la presidencia fortaleció el arribo de funcionarios formados en el extranjero, técnicos y amantes de la prospectiva, sin grandes trayectorias partidarias y acostumbrados al debate teórico, que no a la obediencia ciega.

Quienes no veían con buenos ojos la llegada de estos políticos técnicos alimentaron su oposición en el libro México, la disputa por la nación: Perspectivas y opciones de desarrollo, que Carlos Tello Macías y Rolando Cordera publicaron en 1981, en el que sostenían que la globalización enfrentaba dos proyectos de desarrollo, el neoliberal y el nacionalista o progresista.  El primero, el neoliberal, significaría—según ellos—una integración a la economía norteamericana y un incremento en el consumo que provocaría mayor marginación y polarización. El proyecto nacionalista, en cambio, implicaba retomar el proyecto cardenista con reformas económicas y sociales tendientes a alcanzar un desarrollo nacional integral que produciría reducciones sustanciales de marginalidad y desigualdad.  El debate en México en contra del neoliberalismo tiene, pues, ese contexto histórico, político y académico.

Las condiciones en las que este debate trata de ser recuperado son muy diferentes a las que facilitaron su nacimiento.  La economía mundial ya está globalizada, importantes acuerdos comerciales entre naciones la han fortalecido y configurado y los resultados positivos y negativos del proceso están a la vista.  A lo largo de estas cuatro décadas, la realidad económica, social y política de todos los países del mundo se ha transformado radicalmente; hoy es mucho más compleja que lo que era en la época en la que surgió el debate. No sólo eso: las herramientas para entender esa realidad y pronosticar su evolución son hoy muy diferentes y más poderosas que las que existían en esa época.  Tan es así, que en la actualidad existe un sinnúmero de análisis de los diferentes procesos a que dio lugar la transformación de la economía mundial.  Así pues, invocar el debate ahora no persigue sino ahondar la polarización y conducirnos a debatir el futuro de las industrias de la energía en términos huecos, abstractos e ideológicos. 

En primer lugar, porque la evolución de los procesos económicos y sociales del planeta ha dejado en claro que no hay proyecto de desarrollo que sea capaz de atender la complejidad de los problemas y resolverlos a cabalidad.  La economía ha crecido, la pobreza extrema en el mundo se ha reducido, es cierto, pero a costa de una profunda marginación de buena parte de la población mundial, la precarización y la pérdida de seguridad laborales, el incremento de las presiones a las que somos sometidos en cada una de las áreas de nuestras vidas, la creación de nuevas necesidades que compelen el consumo permanente, el aumento de los flujos migratorios de población que padece, sufre, teme y huye en busca de mejores condiciones de vida, la crisis ambiental, el deterioro del estado de derecho y el poderío del crimen organizado, entre otras muchos problemas.  Pero los gobiernos que se han pronunciado en contra de esta globalización no han acertado a desarrollar un proyecto alternativo eficaz, eficiente y sustentable.  Por el contrario, han terminado por deteriorar las condiciones en las que se encuentran sus poblaciones y por desconocer y atentar contra los derechos humanos. 

En segundo lugar, porque México ha sido ya gobernado por nacionalistas y por tecnócratas.  Del proyecto nacionalista, que hoy se intenta revivir, no se derivaron políticas públicas tendientes a cumplir las promesas del grupo triunfante de la Revolución.  El resultado fue un estado económicamente ineficaz, ineficiente y corrupto y políticamente autoritario.  La marginación y el empobrecimiento surgieron en este período, no después.  El proyecto neoliberal tampoco fue capaz de resolver las desigualdades existentes.  Por el contrario, dio pie al surgimiento de grupos ambiciosos, más interesados en el enriquecimiento desmedido que en la satisfacción de las necesidades sociales más apremiantes; fue, también,  incapaz de detener el surgimiento y empoderamiento de los grupos criminales.  Los gobiernos neoliberales, además, propiciaron la multiplicación de prácticas de corrupción.  En resumidas cuentas, ni el proyecto nacionalista ni el neoliberal pudieron atender la problemática nacional con acierto. 

México no requiere hoy de debates ideológicos.  Involucrarnos en la discusión de grandes ideas sólo distrae y encona.  Los problemas actuales son de tal envergadura que reclaman un fuerte compromiso político.  Es necesario diagnosticar concretamente cada uno de los problemas; analizarlos a fondo, identificar causas, diseñar propuestas de solución y ensayar las consecuencias de la aplicación de los planes y políticas públicas.  Reclaman, además honestidad.  Es necesario reconocer que cualquiera propuesta de solución que se adopte tendrá, además de consecuencias positivas, otras no deseadas que generarán nuevos problemas.  De ahí que hay que pensar en propuestas abiertas y adaptables.  Para ello se requiere echar mano de especialistas y conocimientos específicos.  El debate ideológico, en general ayuda muy poco.  México necesita resolver problemas, no crear más. 




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