¿Acabará el tormento?

¿Acabará el tormento?

A estas horas del próximo lunes ya tendremos avanzadas certezas de quien resultó favorecido por la mayoría de los electores, sabremos pues quien dirigirá los destinos de nuestro México por los próximos seis años, los tres han hecho ya lo que consideraban correcto para convencer al electorado de que son la mejor opción, y también quien a su juicio es la peor. Lo más cierto de este histórico proceso electoral es que las campañas se caracterizaron por estar llenas de ataques, guerra sucia, contradicciones y cuantioso y costoso populismo que mantiene polarizado al país. En eso todos los candidatos tienen harta responsabilidad.

¿Veremos ahora sí, al estadista que los grandes problemas del país reclaman? Desigualdad social, pobreza extrema, violencia, corrupción, impunidad, desempleo, falta de emprendurismo, crisis de salud, pírrica calidad educativa, infraestructura educativa precaria, abandono del campo, contaminación, negociación del TLCAN, crisis migratoria, inflación, petróleo y sus derivados con costos poco rentables, recaudación fiscal escueta, y muchos problemas más son los que están esperando a ser resueltos y, peor aún están en boca de los ciudadanos que exigen cada día más.

Cierto es que la madre de todas la calamidades es la corrupción rampante en todas la esferas y estratos del andamiaje político – social, pero de allí a que con la predicación ejemplar del actuar de un solo hombre se vaya a inhibir en automático en todos como por decreto, o que ella se va a cortar de tajo con lograr meter a la cárcel a un expresidente, o se va combatir con energía con las mismas recetas del pasado reciente, se ve harto difícil; ninguno se tomó el tiempo para en serio describirnos un plan eficaz en ese tema.

Al ganador de la elección lo primero que se le deberá exigir es HUMILDAD absoluta, para reconocer que lo acontecido en las urnas no es otra cosa más que la manifestación inequívoca de que la ciudadanía está harta y cansada de que le vean la cara.

Como se ha venido diciendo en miles de análisis, el porcentaje probabilístico de que MORENA gane la Presidencia de la República es alto, luego entonces es menester, valido y necesario que nos preocupemos por qué papel o actitud asumirán los vencedores (he dejado claro hace ya largo rato que es lo deseable que hagan los vencidos); ¿Tendrá AMLO el mismo temple que ha mostrado para no engancharse de mas, ya con el poder en sus manos? ¿Se centrará verdaderamente de tiempo completo a gobernar y no se verá tentado a utilizar el poder presidencial para borrar políticamente a la oposición?

Pero también es válido decir que hasta que el cómputo final del INE y el pronunciamiento del TEPJF no acontezca y lo den como ganador, Anaya y Meade siguen con posibilidades, eso es lo que garantiza una democracia. Lo más importante ahora es generar condiciones para que ganador y vencidos asuman un compromiso de convergencia en pos del elegido por la mayoría y con ello den un golpe de confiabilidad y fortalecimiento a las instituciones y a la gobernabilidad del país.

En mi Punto de Vista, sin duda bien harían los candidatos en apagar su actuar a la ética, a la certeza, a la legalidad, y a la transparencia para que pasado el 01 de julio haga eco efectivo el esfuerzo que Diego Luna, González Iñarritu, Gael García, Cuaron, Del Toro y muchos miles más que planean el denominado “El Día Después”, ­-una iniciativa con la que se intenta motivar a que los ciudadanos pasen a la acción una vez acabe la jornada electoral–, y que en voz del joven Luna se define como “el cambio que México necesita no va a suceder porque gane un candidato u otro el próximo 1 de julio, sino que tiene que venir de una ciudadanía participativa, se trata de bajar el ímpetu de confrontación y entrarle más a la reflexión”. ¿Será mucho pedir acaso?