Que la adversidad no nos arrebate la plenitud del momento

¿Acaso de veras se vive con raíz en la Tierra?

¿Acaso de veras se vive con raíz en la Tierra? /No para siempre en la Tierra:/ sólo un poco aquí./ Aunque sea de jade se quiebra,/aunque sea de oro se rompe,/aunque sea plumaje de quetzal se desgarra.//No para siempre en la Tierra:/ sólo un poco aquí.

Es pertinente retomar estos versos de Nezahualcóyotl a propósito del Día de Muertos. Señor de Texcoco tras haber derrotado Azcapotzalco y haber construido la Triple Alianza con Tenochtitlán y Tlacopan, Nezahualcóyotl es más conocido por ser su obra lírica, con la que se coloca entre los más grandes poetas de América, que por haber sido uno de los artífices del orden político que casi un siglo después encontraron los conquistadores al llegar a estas tierras.

El coyote en ayuno (que eso significa su nombre en la lengua náhuatl), reflexionó mucho acerca de la muerte y recordó a los poderosos la verdad universal de que ante ella no hay riqueza ni privilegios que puedan oponerse. Desde su perspectiva, anterior a la imposición del cristianismo, nos legó un modo de sentir y una sabiduría que trasciende los siglos en una obra que canta a la vida, la belleza, la amistad y el dador de la vida.

El llamado rey poeta, que vivió la guerra en carne propia, huyó para salvar su vida luego que asesinaran a su padre y después logró consolidar una alianza militar que trajo estabilidad a la región, parte de la rotundidad de la muerte para para llamar a la humanidad a la hermandad y a alegrarse en los placeres tan simples y efímeros como el perfume de las flores.

Podemos estar tristes por los que se han ido, o ante la verdad contundente de que también nosotros vamos a morir, nos dice Nezahualcóyotl, pero también podemos tratar de encontrarle sentido a esta existencia en sus bellos detalles, en compartir alegrías con los otros, quienes viven a nuestro lado, con quienes compartimos penurias aquí y ahora. Ahí es donde se encuentra la verdadera riqueza a la que podemos aspirar los seres humanos.

Por diversos motivos puede haber pesadumbre este Día de Muertos. Porque el altar tuvo que ser más modesto de lo que hubiéramos querido. Porque perdimos muchos seres queridos hace poco. Porque la vida no acaba de volver a la normalidad: todo está caro, cada día es una nueva batalla. Sin embargo, en esta fecha tenemos una oportunidad ritual para recordar a los que se fueron, lo que nos tocó vivir junto a ellos. Sus actos generosos, la amistad y el amor, la diversión, los excesos, el dolor. ¿Quién sabe todo lo que hay en la memoria las personas que conocieron a alguien que ha muerto?

La costumbre del Día de Muertos también nos permite de evaluar todo lo que ha pasado desde que nuestros seres queridos no están más. El crecimiento, las luchas, pensar en lo que nos habría gustado compartir o consultar con ellos. Y apreciar que, a pesar de todas las dificultades, de la pandemia, la carestía, las inundaciones, seguimos aquí.

Seguimos, en plural, lo que quiere decir que no necesariamente estamos solos. En nuestra relación con los demás es donde pueden florecer nuestras facultades creativas, nuestros mejores dones. Así, de pronto es posible construir algo que no perezca tan pronto como nosotros. Nezahualcóyotl nos llama a valorar los verdaderos amigos como jades y joyas preciosos, tanto como a dar lo mejor de nosotros en el afán de lograr algo bueno y bello para el futuro. Aunque tal vez a nosotros no nos toque verlo.

En una cotidianidad que puede ser tan difícil, vale la pena volver a la poesía. No para a ignorar la violencia que todavía levanta sus muertos todos los días en este país, ni para evadirnos de los problemas de una realidad tan compleja como la que vivimos. Sino para crear un espacio que nos permita reconectar con la belleza cotidiana, un momento para revalorar que precisamente por todas nuestras dificultades es preciso poner atención al instante en que podemos ser felices. No dejar que la adversidad nos arrebate la plenitud de un momento de disfrute sencillo con alguien, precisamente porque ese momento no volverá.

De pronto puede ser nuestra foto la que esté en el altar y sólo quedará de nosotros lo que hoy recordamos de nuestros muertos: un particular modo ser, algunas anécdotas, tal vez alguien que nos defina por las acciones y decisiones que hemos tomado.