OPINIÓN

Algunas primeras lecciones de la pandemia
01/12/2020

Bloomberg ha elaborado un ranking de resiliencia a la pandemia que evalúa a las 53 mayores economías del mundo. La medición que hace resulta interesante, por cuanto que no solamente contabiliza infectados y muertes por causa del virus, sino que combina indicadores sobre el grado de afectación a la sociedad por las restricciones de movilidad y por los daños económicos, así como sobre la cobertura de los sistemas de salud y el nivel de vida de cada uno de los países.

Como era de esperarse, el ranking es encabezado por Nueva Zelanda. Las características de este país lo hacen, prácticamente, el caso ideal para enfrentar la pandemia. Por ello mismo, es difícil convertirlo en referencia para otras regiones. Cerrar las fronteras, realizar acciones de pruebas masivas y llevar un estricto rastreo de contactos era relativamente más sencillo de hacer en una isla con una población relativamente poco numerosa y un nivel de vida tan alto como en este país.

Es de notarse, por otro lado, que en los primeros sitios de la lista se ubican, tanto democracias con un alto nivel de apertura y libertades, como regímenes de tradición más autoritaria que optaron por la imposición de medidas mucho más estrictas. Ambos casos se entreveran, mostrando distintos balances de éxito entre el control de la pandemia y la minimización de los daños económicos.

De manera particular, llama la atención el caso de Japón, en el segundo lugar de la tabla, que, por razones legales, no impuso normas demasiado estrictas de cierre a la actividad económica y a la movilidad de la población y sí ha logrado, por el contrario, un control relativamente satisfactorio en el número de casos y de muertes por el virus. Aún cuando sus expectativas económicas no son del todo optimistas, sí logró una mitigación más o menos equilibrada respecto a las afectaciones por la disminución de actividad en los mercados y los problemas que enfrenta tienen más que ver con las bajas expectativas que ya se esperaban para el futuro inmediato desde antes del brote epidémico.

Por el otro lado, Estados Unidos y Europa destacan como grandes decepciones, logrando sumar malos resultados en ambos aspectos. Por un lado, mantienen altas cifras relativas de contagios y muertes, mientras sectores amplios de sus economías se han visto expuestas a cierres, quiebras y desempleo, mostrando muy importantes descensos en las tasas de crecimiento pronosticadas para este año si se comparan con lo que se esperaba antes de iniciar la pandemia.

Algunas lecciones pueden inferirse a primera vista de estos datos, con las reservas de lo que pueda ocurrir aún en el futuro. Por una parte, destaca la importancia de las alertas tempranas. Los países que tomaron decisiones a partir de un diagnóstico adecuado, asimilando el problema en su justa dimensión y tomando medidas muy al inicio de la contingencia, parecen tener buen éxito, no solamente en la reducción de las muertes por la pandemia, sino en minimizar las afectaciones económicas, logrando condiciones de reapertura más amplias y más pronto que en otras regiones.

Por otro lado, destaca la relevancia de los mensajes claros por parte de los gobiernos y la capacidad para lograr sintonía con la sociedad. Más allá de si se trataba de la imposición de estrictas normas o de la emisión de meras sugerencias y recomendaciones a la sociedad, lo que parece relevante es la posibilidad de que los ciudadanos asimilen correctamente las indicaciones del gobierno y tengan la voluntad de seguir las indicaciones con cierto grado de generalidad y convencimiento. En una palabra, el grado de legitimidad de cada gobierno se muestra como un activo más valioso que el sentido mismo de la estrategia a seguir, pues ello se traduce en la permanencia, profundidad, coordinación y disciplina con la que la estrategia es implementada.

Por último, denota un gran peso el nivel de preparación que tenía cada país para enfrentar el problema. Parece casi obvia la correlación entre aquellos países con un mejor sistema de salud y su capacidad para afrontar los riesgos, tanto sanitarios como económicos, de la contingencia. Ello solo reafirma un viejo lugar común en el manejo de emergencias y de riesgos, en general: las mejores acciones frente a una contingencia, son las acciones de prevención. En este caso, ello equivale a años de inversión y estructuración de buenos y robustos sistemas de salud.

Nos encontramos, aún, por conocer los saldos finales de la actual crisis. Mientras tanto, la exhibición de fortalezas y flaquezas en distintas partes del mundo son un buen recordatorio de lo que es deseable e indeseable en el manejo de contingencias, así sean sanitarias, económicas, o de otro tipo.



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