AMLO, hoja de ruta y realidades sociales: por una política sin intermediarios

Dato clave de la separación entre poder político y poder económico: 28 mil millones de pesos ingresó Hacienda (mayo/2020)

Dato clave de la separación entre poder político y poder económico: 28 mil millones de pesos ingresó Hacienda (mayo/2020), por litigios fiscales con grandes empresas. Antes, la condonación de impuestos era pan comido. Raquel Buenrostro y su equipo están alertas en el SAT (Sistema de Atención Tributaria). El Presidente López Obrador acertó al mover ahí a la matemática egresada de la UNAM.

México vive cambios que se aceleran por el contexto dramático de salud. Las estructuras sociales crujen, mientras AMLO mantiene la hoja de ruta y pide a la población que se defina. La petición es interpretada por sus adversarios como ultimátum. No hay tal, aunque se extrañan matices. El Presidente gusta de alinear actores sociales en categorías binarias para ver el terreno que pisa. Pero no toda estrategia política es eficaz estrategia comunicativa.       

SIN MEDIADORES, PERO CON FINES 

Luego de año y medio de la 4T, su rasgo principal es comunicar y gobernar sin intermediarios. Esa decisión impacta el espacio público y descoloca a las élites mediáticas (círculo rojo incluido) y élites empresariales, que miraban con agrado las ‘palomas mensajeras’ del gobierno federal. Pactar en lo oscurito era coser y cantar.

AMLO practica la política sin mediadores, se adaptó a circunstancias de austeridad y dio un golpe de legitimidad en la mesa nacional. Es viraje histórico de la política presidencial, que jamás se alejó de los medios y de las élites empresariales para forjar la opinión pública, ni en la era dorada del sistema (1946-1988), ni en la transición (1988-2000), ni en la continuidad neoliberal (2000-2018). Comunicar y gobernar, sin medios y sin élites, era impensable.  

La audaz decisión del Presidente lo sitúa en el ojo del huracán, con estrategias de señalamientos y réplicas. Por momentos la estrategia parece encadenar ocurrencias y, con ello, pleitos innecesarios.  

La fórmula presidencial de otras épocas fue no agitar aguas, vía comunicación descafeinada. Hoy, el estilo del Presidente incluye ejercicios críticos que levantan polvo. Lo que antes se digería en insulsos boletines, ahora se proyecta como esgrima verbal en conferencias diarias. Sus adversarios se quejan de una ‘descalificación sumaria’: conservadores, fifís, minoría rapaz, mafia del poder. AMLO replica: “se trata de libertad de expresión sin hipocresía”. ¿2021 juzgará?

DESMEMORIAS SIN CONTEXTO     

Un informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) destaca que “la estigmatización de medios y periodistas es signo de la comunicación del Presidente López Obrador” (reportaje de PROCESO, junio 7/2020). Llama la atención la palabra elegida por la CIDH, ‘estigmatizar’, que se antoja excesiva. Se olvida el contexto delicado de cambios, por la red mediática y de élite que AMLO rompió. Con 30 millones de votos se legitimó un plan de gobierno que planteó eliminar la corrupción como prioridad. Desmontar arreglos y mañas del sistema requiere valentía y cola muy corta.

El verbo estigmatizar significa ofender la fama, el honor o la dignidad de una persona. En sociología, la persona estigmatizada es vista como inferior o inaceptable. El significado literal es marcar a alguien con un hierro candente. La pregunta crucial, visto el panorama semántico, es: ¿la comunicación del Presidente estigmatiza? Por las encuestas nacionales, 70% aprobación promedio, no se observa la estigmatización que reporta la CIDH.

López Obrador eligió una política sin intermediarios y asume la responsabilidad.  El conflicto en política es termómetro para medir fuerzas sociales que se manifiestan. El Presidente juega con cartas abiertas (fuera máscaras), pero su falta de hipocresía es vista como ofensa/cinismo/descaro.       

La forma de comunicar de López Obrador incluiría estigmas si a su libertad de expresión le siguieran políticas gubernamentales de ataque directo a medios y periodistas. Esto no ocurre. La diversidad de voces ha sido irrestricta, con críticas variopintas para el Presidente (11 tipos de oposición, conceptualizó recientemente el periodista Jorge Zepeda Patterson). Por ello, es un disparate que el empresario Gilberto Lozano señale que “AMLO es un dictador y no hay que esperarse al 2022 para sacarlo de Palacio Nacional”.

TRANSPARENCIA Y DEBATE

El presidente no estigmatiza, visto el análisis contextual de la comunicación gubernamental. Por otra parte, maneja adjetivos bien pensados que obligan al adversario a definirse, comete errores de datos al informar con prisa y se engancha en polémicas sin necesidad. Paga su cuota de imagen por ello, con algunos dividendos en ocasiones. Se lleva y se aguanta, aunque lo calientan ataques gratuitos como el del gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, que acusó a López Obrador y Morena de estar detrás de recientes protestas ciudadanas que cimbraron Guadalajara. Obrador le exigió pruebas. Alfaro reculó.       

Las élites mediáticas, políticas y empresariales saben que el 2021 electoral es clave. AMLO también. Mientras el Covid19 sigue indomable, el Presidente persiste en su hoja de ruta: por una política sin intermediarios. ¿Se puede gobernar sin intermediarios?