Amo la vida (I)

Cada día estamos más cerca de la muerte. Lo saben los médicos

UNO

Cada día estamos más cerca de la muerte. Lo saben los médicos. Lo saben los automovilistas que salen y enfrentan calles y carreteras de tráfico. Y siempre hay un despistado, un borracho, uno con prisas, o uno que lee mensajes de su celular, que impacta o nos impacta. O el tráiler que se vuelca cayendo sobre otros autos; o el puente que se cae precisamente con siete o diez autos tripulados encima. O la conocida bala perdida que fatalmente encuentra una persona. Por eso amamos la vida, porque la tenemos y porque queremos vivirla otros años más.

DOS

Pero resulta que esos años más también te acercan poco a poco a una edad en la que de manera natural nos iremos, si es que llegamos a esos 70, 80, 90 o 100 años. Así que no hay escapatoria. Solo que no sabemos el cómo y cuándo.

TRES

Se cuenta que hace años, a las 10 de la noche y con lluvia fuerte, una persona de Comalcalco pasó por su compadre para que lo acompañara a la ciudad de Villahermosa (distancia 55 kilómetros). "Nooo, compadre, no vayamos a tener un accidente, discúlpame". El del auto fue a Villahermosa y regresó tres horas después, y al pasar por la casa del amigo, había mucha gente: un camión volteo, de los que cargan arena, se había impactado en la casa de su compadre, y lo mató.

CUATRO

En algún momento de nuestra tierna infancia nos dimos cuenta que teníamos la vida, que éramos seres vivos, aunque no tuviéramos mucha conciencia de lo que significaba. Y esos recuerdos los tenemos fijados. Tengo memoria de cuando tenía tres años, que lloraba cuando mi padre salía a su trabajo, y yo berreando decía que yo también quería ir al "tabaco". Pobre de mí, no sabía lo que eso significaba. Solo que yo inocente quería ir.

CINCO

Eran quizá las siete de la mañana. Pasaban por mi papá otros trabajadores como él, y les divertía mi lloradera agarrado a las piernas de mi papá, porque yo quería ir al "tabaco", y esos señores me dejaron el apodo. De tal manera que años después cuando llegaban a la casa, yo tenía ya entre quince y veinte años, mi papá les decía: "miren, cómo ha crecido el "tabaco". O ellos al verme, ya grande, sorprendidos preguntaban: "¿a poco este es el tabaco?"

SEIS

En la vida te enamoras, te decepcionas, tienes amigos, se separan porque se van lejos a estudiar, unos porque se casan, terminas de estudiar, buscas y encuentras trabajo, te casas, o no, compras un carrito, se te descompone, llegas a la iglesia, al templo, o no, juegas un deporte, te ejercitas para bajar de peso, lees o no, tienes hijos, te enfermas y vas con el médico, tienes un accidente, la libras, besas a morir, haces el amor, viajas, y todo sucede dentro de lo que llamamos vida. La vida tiene un ciclo también, como el agua, lo reflexionemos o no.

SIETE

Era la conciencia de la vida, de tener vida. Luego llegué a la primaria, quizá en tercero o cuarto grado, un tema era los seres vivos, y en él se hablaba sobre sus características: "nacen, crecen, se reproducen y mueren". Y mi lógica infantil me decía: "los seres vivos finalmente mueren; yo soy ser vivo; entonces yo un día voy a morir". Así crecí, teniendo el tema sobre los seres vivos muy claro en esa parte.

OCHO

Cuando llueve reflexiono que el agua va en su ciclo. Lo aprendimos también en las clases de primaria. Y de tarea nos quedaba hacer el dibujo en cartulina: llueve, luego con el sol se evapora y asciende, se forman las nubes en el proceso de condensación, y luego se desprende y cae en forma de lluvia.

NUEVE

Sin agua no hay vida. Eso lo sabemos. La necesitamos prácticamente para todo en nuestro quehacer cotidiano. Solo que no tenemos mucha conciencia de ello quienes la tenemos en casa mediante tubos y llave. Hay millones de personas en el mundo que tienen que recorrer kilómetros para proveerse de tan solo una cubeta de agua, y la cuidan más que el oro. Aprendimos que el 65 por ciento de nuestro cuerpo es agua; el 70 por ciento del cerebro es agua, el 80 por ciento de la sangre lo es. (ASC, escritor. Continuará)