¡Aprende a elegir!

Comprobado está que una es la teoría y otra es la realidad, siendo que el orden de los factores respecto de a quien se sirve desde el mando gubernamental ahoga el anhelo de las colectividades sociales

Comprobado está que una es la teoría y otra es la realidad, siendo que el orden de los factores respecto de a quien se sirve desde el mando gubernamental ahoga el anhelo de las colectividades sociales, estas esperanzadas en una comprometida prosperidad que se queda en la exclusividad de una elite según el régimen y sus afines, mientras las masas crecen en densidad poblacional empujada a la pobreza.

El cogobierno ejecutivo y/o legislativo constitucionalmente se debe a la democracia participativa que por votación mayoritaria le mandata con su elección a ejercer una función pública, al servicio del bien común y no de “una minoría rapaz” que igual tienen por rehén a los partidos de naturaleza ciudadana –eso dice el artículo 41 del texto constitucional- caídos en la desgracia del descrédito, un repudio del cual no sienten el menor recato. No conocen de ética ni de moral.

Inadmisible que el mando halla pasado ya de alternancia en alternancia, de régimen a régimen, en la contemporaneidad de los recientes 20 años ya discurridos, sin que la democracia representativa le cumpla con sus compromisos, incluso los que alguna vez contaron con la fe notarial  por los cuales fue electa por la democracia participativa.

Tanto poder y confianza depositada para no poder cumplirle a las colectividades con lo elemental en un interés  de justicia social, con lo esencial que es proveerle satisfactores de bienestar que hasta ahora no los tiene ni los tendrá en la solvencia de aquello que alguna vez se dijo tener de una riqueza vasta, pero que las minorías llegadas al mando se ocuparon de la inmisericorde rapiña.

Yendo atrás cuando en el mando presidencial emergido de una candidatura única hizo eco público a prepararse para administrar la abundancia que entonces se tenía por la renta del petróleo; una bonanza finita que se diluyó en medio de una insultante corrupción prolongada hasta los recientes años, que con honestidad debió ser reflejada en la calidad de vida social así como potenciar una pujanza de un país autosuficiente  en su cadena de valor integral, no sólo ligada a lo energético.

Una riqueza que debió tenerse en la hacienda pública gubernamental para detonar lo que hoy conocen como políticas públicas de solución estructural y no como  suelen ser las de carácter asistencialistas que perviven para gestionar a la pobreza -que politizada da renta en las urnas- y en infraestructura, como para prospectar a un México y sus estados en el esplendor de su desarrollo y autosuficiente en su crecimiento socioeconómico, de un reconocido nivel cultural y educativo encaminado a ser potencia autosuficiente.   

Los corruptos que en el flagrante delito desviaron toda esa bonanza nunca fueron castigados y sí premiados con la impunidad pese al lastre que a la actualidad se tiene de una deuda neta del sector público, que al cierre del tercer trimestre de 2020 se ubicó en 12 billones 281 mil 445 millones de pesos, de la cual sólo al Gobierno Federal le corresponden 9 billones 252 mil 411 millones de pesos, y el resto le compete a estado y municipios que simplemente no se justifican en la lógica de una eficiente administración pública.   

Este país no se merecía el escollo de falsos representantes de los intereses de la voluntad popular, como para que enquistados en la gobernanzas se robara cuanto hallara a su paso, sin el menor recato.

Una cómplice pandilla de malhechores embozados de políticos que en los hechos no lo son, peor aún las mismos rostros de siempre y sus herederos que continúan con el común patrón de mirar por lo suyo, menos por la sociedad.

Prueba inequívoca que nunca les interesó aprender a administrar la abundancia y ahora tampoco en las condiciones actuales, aderezada por una crisis sanitaria de alcance mundial, no se sabe bien a bien cómo administrar la precariedad, la escasa recaudación fiscal que no alcanza. 

Una vergüenza que en exactos 200 años de que se consumó la independencia de una monarquía que explotó sin misericordia a los pueblos originarios a  quienes además se le despojó hasta la saciedad de sus recursos naturales, pero una vez liberados del yugo ese pacto de unidad entre los grupos que pujaron por romper las ataduras derivó hacia la división en la apetencia por pretender asumir el control de todo, absolutamente todo.

Una realidad que estos dos siglos de vida independiente en la ruta hacia el 2024, cuando el cuatro de octubre se arribe al tercer bicentenario cuando la legal constitución de México como un país federado.

Esta nación, sin embargo, pareciera haberse quedado anclado en aquel acontecimiento histórico, un punto de inflexión después del cual no ha pasado nada, en la carencia de una genuina clase política que aun en la diversidad ideológica, que no por ello signifique claudicar de sus principios de doctrina conciban todo un proyecto de gran visión y permita ser la hoja de ruta hacia un real trascendencia en la prosperidad consumada. Hacia este escenario habrá que exigir se formen las mentes capaces de asumir el rol.

Mientras tanto este venidero seis de junio, precedido por una campaña atípica de la que habrá que estar informados y ser reflexivos en los compromisos para votar. Ya no sólo debe mirar por el partido ni por el candidato ni por una propuesta coherente, sino aún más por la calidad de la democracia, participativa y representativa.

Bitácora

“La política es demasiado importante como para dejársela a los políticos”, Konrad Adenauer, Canciller y Primer Ministro de Alemania… En la conciencia social está tomar las decisiones pertinentes, siendo receptivos. 

eduhdez@ysahoo.com