Cómo han cambiado las cosas

Independientemente del juicio sobre su éxito o su fracaso, no hay duda de que en México se registra un cambio radical

Independientemente del juicio sobre su éxito o su fracaso, no hay duda de que en México se registra un cambio radical. La información fluye a velocidad vertiginosa; todavía estamos rumiando un acontecimiento, cuando uno nuevo reclama nuestra atención. Lo que antes era una apacible caída de agua, hoy es una enorme catarata, por la que la gente se entera del  acontecer nacional, sea de la fuente de la conferencia matutina oficial, de la prensa y la radio tradicionales o de las redes sociales, la información fluye como torrente e involucra a un amplio segmento de la población. Es un cambio de gran trascendencia en términos del interés de la sociedad por las cosas públicas.

La anquilosada sociedad del divertimiento ha sido arrasada por otra nueva distinguida por el involucramiento. Enhorabuena. Prefiero el infierno del combate entre lo veraz y lo falaz al limbo de la desinformación a que estábamos acostumbrados.

De alguna manera, el pueblo está ejerciendo su derecho a la información y se enriquece la vida democrática. En paralelo, la capacidad de crítica de la gente aporta elementos de utilidad a una mejor gobernabilidad. Aunque en el espacio informativo se desarrollen tormentas, en la vida política se  goza de salud sin riesgos de generar violencia física. Evidentemente hay conflicto, pero también hay un creciente proceso de toma de conciencia política. El caso resulta ser un interesante fenómeno a la luz de lo que sucede en el mundo plagado de inconformidades que toman las calles y producen terremotos de pronóstico reservado. Hay agravios mayúsculos que revientan las endebles burbujas de estabilidad.

Una reflexión sobre el tema me lleva a identificar algunas diferencias significativas, tanto en la batalla informativa como en su expresión callejera. Lo primero es la caracterización del sujeto agraviado; cuando el agraviado es el pueblo el descontento se manifiesta en las calles; si el agravio lo resiente la élite su expresión se registra en la prensa y en el chantaje económico y legal. En ambos casos se cuenta a viceversa. En mi opinión, en México estamos en la segunda de las opciones: la transformación agravia a las élites y el pueblo entiende que es en su beneficio. Por eso la embestida brutal de los medios de comunicación tradicionales contra el Presidente y contra el régimen transformador, con carretonadas de dinero alimentándola.

 En contrapartida, bastan la Conferencia de Prensa Matutina del Presidente y la vigorosa caja de resonancia en las redes sociales, todo a un costo mínimo, para neutralizar los misiles de la oposición. La agitación efectiva ahora corre por cuenta del gobierno, con el Presidente como agitador profesional de excelencia y está en su papel didáctico formando la conciencia  democrática colectiva, con capacidad para convocar a la manifestación popular en su apoyo.

Existe pleno respeto a la libertad de expresión, incluido el libertinaje. Pueden decir lo que quieran y hasta insultar que jamás serán reprimidos. Es totalmente la inversa de lo que sucedía en el defenestrado régimen neoliberal, contra el cual el pueblo se manifestó arrolladoramente en 2018 y que, a cuatro años de distancia, se ha visto robustecido. El saldo es una enorme popularidad presidencial y una patética derrota de sus adversarios, por más alianzas que suscriban y  por una mayor sofisticación de sus embestidas.

Desde luego que tal popularidad no está colgada del aire. El pueblo está al tanto del quehacer gubernamental; se informa de avances y de dificultades, se distingue entre las naturales y las artificiales. El combate a la pandemia fue materia de información cotidiana; igual sucede con la inflación provocada por la guerra; también se informa de los caudales de amparos y obstáculos malintencionados y la manera en que se van solucionando.

Es muy diferente el México que hoy vivimos; resulta un contrasentido tratar de comprenderlo con los parámetros del pasado. Se está pareciendo mucho a lo que yo siempre soñé.

gerdez777@gmail.com