Civilidad, formas con historia: empatía, política, comprensión y el bien común

Civilidad, formas con historia: empatía, política, comprensión y el bien común

* Bateo emergente, quórum: república y responsabilidad.       

* Formas de escuchar: modelo parlamentario inglés                 

* Civilidad, rasgo necesario para la nueva República

NO HAY QUE MINIMIZAR, pero tampoco hacer una tormenta en un vaso de agua. Frente a las expresiones de inconformidad –reales o inducidas, porque además el poder no puede darle gusto a todos ni todo el tiempo-, lo que debe  prevalecer es la mesura. Quien provoca consigue su objetivo si el provocado arroja gasolina al fuego. De la civilidad me ocupé en la anterior colaboración y me parece pertinente ir más allá del griterío.

Las tácticas dilatorias son numerosas en los parlamentos. Es forma sutil de incivilidad: demorar el acuerdo legislativo ausentándose del debate. Falta de Quórum como malicia democrática.  

En Estados Unidos, la cámara de representantes tiene un curioso mecanismo para obtener el Quórum o cantidad mínima suficiente de miembros para efectuar el dictamen y votación de alguna ley: el presidente de la sesión declara una emergencia mediante la cual los guardias del Congreso están facultados para buscar y traer a los ausentes, quienes muchas veces se encuentran orondos en sus oficinas camarales.

El objetivo estratégico lo vale: se busca que la república sesione a como dé lugar, por temas que importan a la ciudadanía representada. Este mecanismo, como excepción a la regla, se implementó en 1893, años después de la Guerra Civil Norte-Sur, cuando alguno de los dos partidos dominantes quería bloquear iniciativas con la artimaña del quórum flaco. Te llevaban porque te llevaban, a rastras o incluso ‘de aguilita’.     

La obtención del quórum indica respeto a la ciudadanía, y responsabilidad, por la encomienda especial como representante popular. Los valores de respeto y responsabilidad se imponen a otros que, invocados a partir de la libertad, tienen un límite. Se puede suspender, de vez en vez, alguna sesión. Pero cuando se tiene clara la artimaña del quórum flaco, entonces se arma la gorda.            

PICARESCA Y TRAJE INGLÉS

EN EL PARLAMENTO turco, jaloneos y peleas son programa semanal; en el parlamento iraní, los zapatos vuelan cuando alguien es enemigo y domina la tribuna; en el parlamento griego, las sillas vuelan varios metros con singular puntería. Es picaresca política, de la que México participa. La civilidad política no se da mucho en el meridiano sur. La sangre caliente circula con intensidad y las acciones dependen de las malas palabras. El insulto al adversario es consigna partidista. Dura moneda de cambio.       

Note un rasgo de civilidad: en el parlamento inglés no se puede abuchear ni aplaudir. Por ello sólo se escuchan voces aisladas, afirmativas o de negación (sí o no), para acompañar los discursos. Es un protocolo preocupado porque las partes representadas se escuchen. Se evitan muchos enfrentamientos verbales estériles y se concentran en lo que cada legislador plantea en tribuna. La tribuna manda, no las alharacas que quieren impedir el debate.

Otro punto clave de civilidad es la distancia entre legisladores, para evitar  enfrentamientos físicos. Hay líneas de demarcación, fronteras claras entre cada grupo parlamentario. Los metros están bien estipulados, para que los ánimos no se caldeen por cercanía de adversarios. No se pueden traspasar esas líneas, so pena de sanciones que incluyen la congeladora (provisional) en tribuna para rijosos. La democracia es debate con reglas, no ley de la selva. Y si alguien lanza un objeto contra alguien, hay un procedimiento judicial que debe seguirse a pie juntillas.

¿Cómo calificar a México en sus formas legislativas? Desde luego, el listón inglés se antoja muy alto, pero debe trabajarse en la construcción de protocolos de ese tipo, si de debate civilizado se trata. Aquí las tomas de tribuna, los insultos, las rechiflas, los abucheos, las agresiones físicas, parecen escenario inevitable de nuestra democracia. Hay quienes piensan que así la democracia se robustece, quizás por tener en la memoria los tiempos del partido hegemónico. No hay tal robustecimiento y la empatía entre legisladores brilla por su ausencia: cada quien, cuando sube a tribuna, exige respeto y atención, pero basta que retorne a su curul para recuperar el ánimo beligerante y marcachifle que luego aparece en noticiarios de TV.

CIVILIDAD Y EMPATÍA        

“QUE SE HAGA la justicia en los bueyes de mi compadre”, es frase del refranero político mexicano que desprecia la empatía. Regla ominosa: “lo que no te pasa a ti, no es importante”. Si la llamada Cuarta Transformación quiere hacer las cosas de otro modo, alejándose de sendas autoritarias y mayoriteos sin debate, entonces tiene que proceder a una reestructuración de los protocolos legislativos. Algo se hizo al principio de esta legislatura, cuando se redujeron los turnos de tribuna a sólo 5 minutos, para no eternizar a émulos del brindis del bohemio. Sin embargo, las 12 tomas de tribuna entre diciembre de 2018 y  febrero de 2019, muestran la incapacidad para procesar diferencias y llegar a acuerdos mínimos de civilidad, ya no digamos a repasar y consensuar con rapidez la apretada agenda parlamentaria. 

Civilidad política no es debilidad. Muchos políticos del jurásico nacional creen que ceder en algún punto de la agenda es capitular. Lo que requiere la política mexicana es que el cambio de régimen vaya acompañado del cambio de formas políticas. Será pedagogía para ciudadanos, como lo expresa AMLO a propósito de la información y mensajes que difunde en las conferencias mañaneras. Hablar con sentido y respeto, significa civilidad. Hablar sin ton ni son, arrebatarse los turnos, llegar al insulto y a las manos, son formas de mediocridad e incompetencia política. No extrañe que el griterío se extienda a las calles, actos públicos…o a los estadios.

 (vmsamano@yahoo.com.mx)